Por: Gerson Gómez-eitmedia.mx
Representa una de las pocas empresas del entretenimiento multimillonarias. Sus seguidores en todo el mundo son más fieles, mucho más, a la muchachada del K-pop.
Metallica puede darse el lujo de hacer 202 presentaciones por año. Ingresar por encima de las ventas de la mercadotecnia por productos tan diversos como su logo.
Durante una estancia en los Estados Unidos asistimos a la proyección de su cinta. Some Kind of Monster. En ella aparece al descubierto toda la empresa. Las fricciones al interior. Los procesos creativos. Las detonaciones exasperantes de ánimo. El precio de la vida del exceso al límite. María llena eres de gracia, el filme colombiano sobre la trata de mulas y los carteles fue nuestra agenda completa de ese día.
En Some Kind las líneas de la entereza mental se cruzan, chocan. Metallica no es solo la banda de metal más conocida del mundo. Pasean tocados por la miseria de la fama. La autodestrucción de sus familias.
Monetizan, palabra tan en boga, adoptan a los nuevos tiempos, todo el ejercito de seguidores.
Sus 72 seasons, los 18 años de una edad. De la cuna a la rebelión abierta. Hetfield, Ulrich, Trujillo y Hammet entregan en la pantalla los 12 cortes del material más reciente.
Metallica no es más la banda de thrash, sino de hard rock o heavy metal. Han dejado de revolucionar sus cortes. Suenan a lo mismo. El efecto de la whawah de Hammet es excesivo, aburrido. Hetfield afronta sus temores personales. Solo Trujillo y Ulrich, por momentos, le dan frescura y profundidad.
Desde la salida de Load y Reload, aún con Jason Newsted en el bajo, dejaron de producir melodías renovadoras. Son sosos, anodinos y destrozados al interior.
Metallica es la empresa, todo concepto de espectáculos, la experiencia inoxidable. El grupo de señores aburridos hasta de los cameos. Sin nada nuevo por decir. Listos para sorprender incautos con sus playlists cargados de nostalgia.
El álbum “72 Seasons”, se presentó en la pantalla grande en Cinépolis fueron 114 minutos de duración.