La popularidad fulgurante
Culminó el evento editorial de la región. Lo hizo en el claroscuro. Entre la polémica y lo grotesco. Con personajes locales acomodaticios. En la bravata de destruir su obra. Apaciguados con solo una mano levantada.
La Feria del Libro de Monterrey, organizada por el ITESM, brindó un pobre espectáculo sobrio para los 90 años de la UANL.
Pueblo chico, infierno grande. De ese tamaño son los temores conservadores de la principal gestora. Escribir sobre su nombre o ascendencia es brindarle brillo donde no lo tiene.
A la FIL le crecieron los enanos y se le encogieron los gigantes. Derrumbaron las columnas del pensamiento crítico.
El paseo, esta ocasión gratuita, con la tacañería de las editoriales y la poca solvencia financiera de los lectores. Veleta del desierto. Otro director se irá de su puesto. En la ciudad de México a tocar puertas coyunturales.
Hablar con sus pares de la obnubilada visión social de la educación. Las amenazas juveniles de tomar la FIL por el incidente de la cancelación de los cuentacuentos Drags.
La escalada de autores de mediano alcance con la muestra solidaria de no participar por la censura social.
El circo, maroma y teatro, en las horas finales, de las dragas incendiarias. Las miradas escandalizadas y absortas de las familias, entre los transformistas gritones y coléricos.
Viva la diversidad, muera el falso pudor.
La feria del libro de Monterrey, tan desorganizada en todas las áreas, incluyendo la comunicación social, cierra el telón entreabierto de quienes solo buscan pasar como cometas. Con su estela mortecina. Una vez al año. Tenues y lejanos.