La noche de Casino
Apostamos todo en una sola jugada. A la diversión de encontrar la sonrisa en una noche de víspera de muertos niños.
El cambio de gremio profesional. Aire fresco. Los pulmones respiran tranquilos. Sin sobresaltos emocionales. Sin mal entendidos o maledicencias.
Aquí el hoy es mañana. El siguiente amanecer es nuevo en una ciudad apostada por la derrota.
Las turbas toman los bares, cantinas, fondas y espacios contaminantes. Nuestra anfitriona luce la ensoñación del extraño mundo de Jack. Su marido nos invita a fraternizar. Noche de casino. 21 en cartas. Ruleta. Carrera de caballos.
Pocos utilizan los dispositivos móviles. La banda sonora recupera a los éxitos de las décadas en caída libre. Los billetes incluyen a la Marilyn Monroe y algunas figuras pop.
Aprendemos a sumar en el 21. Aceptar la carta alta. A la negativa. Nuestro croupier es noble. Lo sabemos. Permite con lentitud escalar posiciones. Redoblamos cantidades ficticias de emociones.
Aquí vienen los médicos vestidos de Space Jam. Por otro lado, la Parka. Maléfica, los secuaces de la finitud, con quienes pelean todos los días, en sus guardias en los hospitales.
Premian a las presentaciones llamativas. A los adolescentes con energía inagotable. Los mayores aplaudimos a la creatividad absoluta, al desenfado.
Los alimentos mexicanos. En la sobremesa, los egos no estallan. Relajado. El refresco dietético y la contradicción culinaria. Quienes pensaron destruir hasta reducir en cenizas, después de dos años de exilio, están a un paso de la unción extrema de los enfermos terminales.
Una sociedad, a veces invisible, corrige la tristeza. Enmarca los tragos de luz. Una noche en el Casino nos arregla la vida.