Las arenas de la concurrencia
Perdimos todo tacto. Cualquier viso humanitario. Las cargas negativas desde la primera hora de la madrugada. Para quienes la calle lo es todo. En la ley de la selva, cualquier pretexto es bueno.
Lleva agua a su molino político el alcalde. Desde la imposición de reglamentos por encima de la Constitución.
Dota a personajes siniestros de autoridad. Permite extorsionar y juzgar con criterios pocos seguros. La confiabilidad de nuestros policías y oficiales de transito va de la mano del crimen organizado.
Sus compañeros del juego, los servicios de grúas, corralón y la escalera ascendente al infierno de la burocracia local.
Simplificación administrativa es la corruptela de negociar. Minutos de oro antes de enganchar el auto a la pesada unidad remolcadora de vehículos.
Derechos Humanos peca de inasistencia. Aquellos empleados de relumbrón, frente a los fotoperiodistas, duermen quitados de la pena en sus tibios hogares.
Transitar en horarios nocturnos o con placas de otros estados, en municipios conurbados a la CDMX, las alcaldías en provincia y en la misma capital, forza a abrir la cartera.
Cualquier pretexto, en el engomado, las verificaciones, la terminación de la placa, la mentirosa situación de la revisión de rutina e incluso operativos anti alcohol.
Recaudatorios e ilegales. Eso son. No deje su trabajo anual en las manos de los bandidos. Opte por el taxi de aplicación. Vivir ya conlleva un reto. Sobrevivir en el territorio nacional, con toda clase de corsarios con patente, es ya una hazaña.
