Los sonidos de la calle
Pasan con sus instrumentos rupestres. Lo hacen por la necesidad. Apenas con las monedas mal viven en guetos de la periferia. Abandonaron sus comunidades rurales. Los apoyos de gobierno local, estatal o federal los mantiene en la marginación entera.
Sus rondas incluyen mercados populares. En la complicidad del gritón de lotería. Entre aromas de carnitas sazonadas con exceso de aceite requemado.
A los hijos, desertores de la educación básica, las tripas les gruñen. Imaginan el plato con alimento. Caliente y con el bonche de tortillas calientes. Acompañados por sus familiares, los quedados atrás de la comunidad.
Regresar no es solución valida. Quemaron todas las naves para empezar una nueva vida. El frío o el calor les pega en los huesos y en la vivienda ardiente.
La marcha de Zacatecas, el cielito lindo y hasta El Rey, en el registro sonoro del setlist de todos los días.
Vergüenza no es tener hambre sino aguantar enfermos de tristeza. Compiten entre ellos con el fara fara, el sonido del vallenato pegador hasta del morro con ínfulas de belicoso.
A la puerta del hogar se acercan. Algunos les pagan con despensa de desecho. Otros, la gran mayoría, ni siquiera se asoman.
Les dicen a la otra. No tenemos cambio. Continua la marcha de la necesidad. Música triste para paliar las horas en vela. Allá van. Perdidos y un tanto descocidos.