El apóstol de la desilusión
Cada oportunidad de aparecer en el pódium, lo hizo con los jugadores equivocados. En política, hasta los candidatos triunfadores, con las actas computadas, los descalificaban.
El apóstol, en todas las áreas, menos en la profesional, el rival por vencer. Sus ideas, consejos y aseveraciones, evaluadas por creatividad y prestigio.
Casi al llegar a los 70 años, con una pensión tan exigua y magra, los huesos, los usos horarios de los aeropuertos, hasta la emotiva visión de su pareja, con factura próxima a vencer.
Cada vez menos, la cosecha de amistades, de favores, le dieron ventaja con los jóvenes. Tampoco respetan a sus padres, le dijeron en Recursos Humanos, cuando apareció para la auditoria de semanas cotizadas en el sindicato.
Aun le faltan muchas, de mayor puntaje, incluso de otro tabulador, le daría el ingreso comparado a la pensión federal de la cuarta transformación.
Por lo menos te has paseado, le respondieron los antiguos cómplices de una fraternidad bastante mediocre.
Salobre y poco clara para los años en el futuro inmediato. Tampoco le haría el feo a empacador en el supermercado. La temporada invernal es la mejor, jugosa y sirve de colchón para la cuesta de enero.
La desilusión del apóstol, mientras escribió los sonetos más dulces de toda su existencia. La vida no vale nada. Apuró el caballito de tequila. Al pagar la cuenta observó a su espalda. Las sillas vacías de los herederos fantasmas.
Del otro lado del cosmos, la esperanza de los años mozos, de la militancia y la camaradería, en el olvido de la guerrilla centroamericana. De la patria latina en el nuevo mundo.