La Real Academia de la Lengua Española alerta de un deterioro progresivo en el uso de la lengua entre los estudiantes. La recurrencia a tecnologías digitales para el desarrollo de la lectoescritura ha terminado por provocar un “empobrecimiento alarmante” en su capacidad de comprensión, expresión y argumentación, explican los docentes consultados.
Los jóvenes españoles se expresan oralmente y por escrito cada vez peor, la enseñanza de lengua y literatura encuentra obstáculos, y entre el profesorado cunde el desconcierto ante las peculiaridades de las actuales estrategias educativas. La situación es inaudita, pero palpable. Como resultado, el alumnado de los ciclos de enseñanzas primaria y secundaria experimenta dificultades para hacer un correcto uso de la lengua oficial del Estado y de las cooficiales.
Grosso modo, tales son las conclusiones de un estudio presentado por la Real Academia de la Lengua Española (RAE) donde se analizan las causas por las que los conocimientos y competencias de los alumnos han menguado de manera ostensible en los últimos años en España.
El informe, titulado La enseñanza de la lengua y la literatura en España, con especial atención al uso, el conocimiento y el aprendizaje del español, da cuenta de las “carencias objetivas que se detectan en los jóvenes”, del deterioro de su “capacidad expresiva y argumentativa”, —ya sea en castellano o en catalán, gallego o euskera–, así como de la dificultad para despertar su interés por la literatura. El modelo didáctico, basado en competencias antes que en contenidos, también es objeto de crítica.
Los autores del estudio, un equipo de lingüistas y catedráticos encabezados por el director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, reconocen ante todo el logro de avances en materia educativa “en la extensión de la igualdad de oportunidades, en las políticas de becas y en otros aspectos del acceso universal a la educación”.
Publicado casi a la par que el último informe PISA, el informe también valora positivamente el dominio de los medios digitales, la inclusión de alumnos con minusvalías y la integración de los inmigrantes al proceso educativo. Pero “no es aceptable” que las metas alcanzadas impliquen un descenso en los niveles conseguidos.
“Penuria expresiva”
El documento de la RAE señala precisamente un descenso apreciable del nivel competencial y de conocimientos. Se observan deficiencias en la redacción de textos y en la expresión oral.
“Muchos estudiantes muestran una considerable pobreza léxica, que se extiende de la ESO [Educación Secundaria Obligatoria] al Bachillerato y que no mejora sustancialmente en la universidad. Los textos que los estudiantes redactan no solo muestran considerables fallos de sintaxis y de morfología (además de errores ortográficos de peso), sino también una notable penuria expresiva”, escriben los autores.
De tal manera, los jóvenes españoles de la actualidad “no son capaces de redactar textos expresando de manera articulada las ideas que desean exponer”, y experimentan dificultades en “la narración, la descripción y la argumentación”. Es decir, les cuesta encadenar ideas y exponer un razonamiento de manera ordenada. Las dificultades con la lectura han sido consignadas en las sucesivas evaluaciones de los informes PISA, recuerdan los autores.
El impacto digital en la lectoescritura
La RAE estima que el empleo de herramientas digitales en la enseñanza está conllevando “la preeminencia de lo fútil” y una “ludificación” de los procesos educativos, en tanto que se está considerando el aprendizaje “como una experiencia que ha de ser abordada a través del juego, en lugar de como un proceso que exige atención, concentración y esfuerzo”.
Las quejas al respecto entre la comunidad docente suelen ser similares. “La implementación de estrategias educativas que tienen como base un entorno digital provoca algunas carencias en los alumnos”, explica a Sputnik Luis Fernando Rodríguez, profesor de Lengua y Literatura en un instituto de Educación Secundaria de la región de Castilla-La Mancha, quien recuerda que tales estrategias empiezan a ser abandonadas en aquellos países donde se implantaron primero.
“Hoy los alumnos no saben ni dibujar una página en su mente: caos, mala letra, párrafos mal estructurados, todo seguido, etc.”, se lamenta.
“En lo que respecta a la lectoescritura, ha supuesto [el entorno digital] un empobrecimiento alarmante del nivel expresivo de los alumnos, así como de su capacidad de comprensión. Hay programas educativos que tienen como base el uso de tabletas o de portátiles. A los alumnos no se les da libro de texto y a clase llevan una tableta con la que no hacen más que rellenar huecos y ejercicios de redacción elementales. Igualmente, la lectura en entornos digitales se ve mermada por el mero hecho de pasar continuamente pequeñas pantallas que no permiten al cerebro hacerse una idea cabal de lo que se lee”, explica este docente.
Incluso los alumnos de Bachillerato, de 16 a 18 años, experimentan “gran dificultad” para comprender textos y discursos “que no son especialmente complejos”, abundan los autores del informe de la RAE. Esto también es consecuencia de la lectura en pantallas digitales, donde “es difícil hacerse a la idea de lo que se lee”, añade Luis F. Rodríguez. El tamaño exiguo, la dificultad de lectura con hipervínculos o incluso para hacer retroceder las páginas, son características que, a su juicio, derivan en que “el libro es una tecnología mejor para leer para aprender que la pantalla”.
“Respecto a la escritura, debemos tener en cuenta que los últimos estudios destacan la conexión mano-mente. Si no escribes manuscritos, aprenderás peor. Hace tiempo que las universidades estadounidenses declararon la guerra a las presentaciones con PowerPoint. Ahora se la han declarado a los trabajos hechos por ordenador. Apuntes, notas, etc., todo debe escribirse a mano. Las conexiones neuronales son mejores, el ritmo de la escritura ayuda a pensar, componer y redactar mejores escritos”, asegura este docente.
“La escritura de nuestros alumnos es pobre en el léxico, básica en las construcciones sintácticas. Y plagada de interferencias de elementos orales: vocativos, palabras baúl, tipografía básica (ni hablar del punto y coma, casi nada de paréntesis). Se ha estudiado que las oraciones de nuestros alumnos son cada vez más breves, sus enlaces más simples. La lógica que subyace, es igualmente pobre”, afirma Luis F. Rodríguez.
El modelo educativo
Las sucesivas leyes de Educación no parecen haber contribuido a una mejor calidad educativa en la enseñanza de la lengua y literatura españolas. “Quedan pocas dudas de que la legislación más reciente será sustituida por otra nueva si llega al Gobierno un partido diferente al que la propuso”, lamenta la RAE en su informe, que se queja de la “escasa reflexión” sobre las causas que puedan motivar la promulgación de cada nueva ley en España.
“Es necesario un pacto de Estado por la educación, pues es cierto que las sucesivas leyes educativas no suelen mejorar, sino más bien empeorar lo que hay”, admite a Sputnik Gala Arias, profesora del grado en Traducción e Interpretación de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), que señala la inconveniencia de convivir con la “gran incertidumbre” que supone para los docentes “estar enfrentándose constantemente a nuevas leyes educativas”.
En su opinión, es notoria la degradación del nivel de conocimientos en el alumnado que posteriormente llega a la universidad. “Tengo la sensación de que cada vez saben menos, que no tienen nada de cultura general y les fallan hasta los referentes más básicos”, afirma, si bien apunta a la “brecha generacional”, cada vez más grande, como factor que puede alimentar la subjetividad de tal percepción. Y es una brecha que parte de las diferentes estrategias educativas con las que se formó antes el profesorado y ahora el alumnado.
“Con nuestras leyes educativas no ayudamos a los alumnos a mejorar sus conocimientos. Harían falta menos contenidos, pero más claros y contundentes. Menos criterios y menos abstrusos”, declara Luis F. Rodríguez, que denuncia además la superficialidad de los contenidos. “Son demasiado inconcretos, muy banales“. Y pone un ejemplo: “Si leemos el currículo de Lengua castellana, veremos que han desaparecido la historia de la literatura y la gramática. Es decir, nuestros alumnos no estudiarán a Cervantes ni aspectos gramaticales como las clases de palabras o la sintaxis”.
¿La trampa competencial?
Se asevera que la enseñanza en España abusa de un sistema basado en competencias, dirigido a que los alumnos sean autónomos en su relación con los conocimientos. La RAE no lo desestima del todo, pero tanto esta institución como la comunidad docente lo ve mejorable: “Se asume que el alumno ha de llegar personalmente a los contenidos a través de su propia indagación, evitando así que se le impongan desde fuera como si constituyeran verdades absolutas”.
De modo que el alumno se lanza a buscar información en Internet, obviando la autoría de la fuente y acaso su validez. Y si los alumnos llegan a conclusiones distintas, habrán de darse todas ellas por válidas. Tal contradicción obra, dice la RAE, una “relativización del conocimiento”, que surge “como reacción natural a su imposición autoritaria”, identificada a menudo como una memorización de las informaciones.
“La enseñanza basada en contenidos se caricaturiza a veces identificando estos con la memorización de datos”, señala el informe. “Yo estoy de acuerdo en que no se debe demonizar la memorización como método de aprendizaje”, conviene G. Arias, que recuerda que “en países con educaciones muy eficaces, como antes en la URSS, se memorizaba mucho, poesía y también prosa”.
“Introducimos las competencias, pero no desechamos del todo los temarios anteriores. Queremos introducir metodologías competenciales, que exigen horarios más flexibles, menos carga de contenidos, menos horas lectivas, ratios por clase más pequeñas”, explica Luis F. Rodríguez, que cree que el sistema puede estar abocado “al desastre”.
La situación, además, es heredada, apunta G. Arias, porque “las competencias son herencia del nefasto proceso del Plan Bolonia, no son algo nuevo que haya traído la nueva ley de Educación, la Lomloe“. Y la masificación de las aulas, donde en muchos centros hay alumnos provenientes de otros países que todavía no dominan el español, no ayuda a revertir una coyuntura en la que el cumplimiento de los objetivos competenciales se antoja muy complicado.
“¿Tú me puedes decir cómo atender a los criterios de uso democrático del lenguaje, argumentación y presentación de proyectos con una clase de 30 alumnos –entre ellos tres sirios, cuatro marroquíes, un iraní y algún ucraniano que no saben nada de español– y otros 20 que apenas entienden lo que leen? En Lengua tenemos nueve competencias que atender y unos 27 criterios, concluye con este ejemplo Luis F. Rodríguez.
Fuente:https://sputniknews.lat/
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