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Por: Gerson Gómez

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The ugly clothes

La usamos todos los días. A la hora de ir a la chamba. En los días de hacer el supermercado. Toa la semana santa. Cuando el desinterés a la vida social llega al punto alto.

Muchos de los artistas imponen esa moda. Las pasarelas internacionales las vuelven tendencia. Desechos industriales o rezagos de saldos por cambio de temporada.

Aprobar la frase como te ven te tratan suena a arcaísmo. Algunas prendas en nuestros armarios o cajoneras resultan hilarantes.

Pagamos por lo feo sumas tan altas como de lujo. El buen gusto, la colorimetría y hasta el pret a porter en el transporte urbano luce fuera de lugar.

A la tintorería solo prendas delicadas. Trajes sastre en sitios donde el calor supera las condiciones del razonamiento. Compramos en mercados rodante. Conocemos de la semana cuando se abre la paca nueva. Cuando los voceadores vigilantes gritan la frase del patrón se volvió loco. Con eso aseguran la atención del marchante.

Cada tianguis y mercado rodante, a lo largo de las urbes nacionales, le dan al consumidor, el salvoconducto de las marcas premium.

Una lavada para desinfectar. Otra para remendar cualquier hilo descorrido. Así se luce la escultural figura del centro deportivo. Las horas de hacer cardio o de caminata fugaz.

La vendimia de ugly sweaters es la confirmación de la temporada invernal. Familias enteras componen las redes estilísticas con imágenes del grinch, black Sabbat o hasta de Andrés Manuel.

En la ropa fea, guardamos los halagos de una sociedad líquida ya consumida.