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Por: Gerson Gómez

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Les confiarías a tus hijos

Cambian de humor. Deshonran la palabra. Sus ideales son intereses personales. Llevados por la sincronía del mar de la indecisión.

Tocan a tu puerta con la persistencia de quien vende las buenas nuevas de salvación. Para ellos, esos personajes someros, desconfían hasta de su sombra.

Se autonombran los elegidos. Quienes van a terminar con los vicios culturales y orgánicos. Visten de manera pulcra, elegante y hasta resaltan los colores fluorescentes.

Para los colaboradores, la posibilidad de puestos afines los reduce a vivir en el presupuesto. Jamás a desarrollar las capacidades en las industrias. Incluso, muchos de ellos, la pobreza de sus hojas de vida. Obedientes a todo deseo fangoso de sus lideres.

Horas para gastar suela. Pasar bandereando en las avenidas. Sonreír a cada transeúnte. Nada de eso aprendieron en las aulas de las escuelas de paga. Ni siquiera los entenados de las universidades públicas.

Ver, callar y aprender. El juego del todo y la nada. Desafiar los legados opulentos o demostrar la insolencia de la inexperiencia.

Romantizan con el poder como el fin último de la fuerza social. Ya aúllan en el tono de los lobos en manada. Dos o tres frases ambiguas y cuestionables. Frutos de la poca creatividad y de la propaganda.

Apostar por ellos es colocar un revolver cargado en todas las recamaras. A sabiendas de colocar el cañón en la sien, detonará la pólvora. Saldrá el proyectil. Lastimar todo a su paso. A ellos no les confiamos ni siquiera sus personas. Mucho menos, el futuro ya hipotecado, de nuestros hijos.