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Por: Gerson Gómez

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El barrio nos respalda

Son las zonas populares. Donde la inmigración llegó a descombrar. Aplanar los cerros. Introducir las zanjas para el drenaje. Las llaves colectivas para el uso del agua. El estirar de las líneas de electricidad desde la lejanía.

Sus habitantes, muchos de ellos de otros estados o de municipios alejados a las zonas urbanas. Sin la planificación de los gobiernos. Les llamaron precaristas o invasores de tierras. En el sospechosísimo de las autoridades, negociaron con los legítimos dueños.

Indemnizaron seguros los costos catastrales. El problema social podría generar estallidos de ira de las multitudes. Las delimitaciones se hicieron de manera arbitraria. Apenas colocando palos o piedras. Quienes acercaron los alambres de púas. Nada de pasarse de las líneas de cal.

El trabajo comunitario los beneficio con parcelas del despoblado. En las goteras o en antiguos basureros. Ya tenía algo parecido a un hogar. Al sitio donde los desechos de cartón, laminas perforadas por el sol y la lluvia.

Los nuevos inquilinos conocieron la palabra necesidad y la urgencia. Aguas negras corriendo como ríos de enfermedades. Al barrio lo adjetivaron con el apelativo bravo.

Tan altos los índices de inseguridad como el agandalle. Colocar los cimientos, los castillos y las barricadas con blocks de cemento.

Así los primeros cuartos. Anafres para calentar los alimentos. El ladrido de los perros sin dueño. La primera generación de niños llorando a todas horas. Desertar era la caída libre del desamparo. Amaestrar la geografía. La gestión de los primeros representantes. Transporte publico para llegar a los centros de trabajo. Nació el pozo, el agarrón, el peñón de las animas, la tierra y la libertad.

En Hermosillo en las faldas del Cerro de la Campana. En la ciudad de México, toda la zona próxima al cerro de la estrella. En Monterrey la Sierra Ventana, la Risca y la Coyotera. A Tampico toda la zona del triangulo, el cascajal, aledaña al centro. Para Saltillo, la Guayulera.

Sobrevivieron los mejores capacitados. Quienes no se rindieron a los vicios del alcohol, la marihuana y los solventes químicos.

Integrados a la mancha del progreso, ya tienen su propia historia. Sin omitir los notorios hechos de sangre y las leyendas urbanas.