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Por: Gerson Gómez

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Reglazo a los tichers

Cada año escolar operan reglas diferentes. Quienes están al frente en las aulas padecen de la burocracia gubernamental.

Para sobrevivir, como lo hace la mayoría, deben de pasear por varias regiones. Por la mañana imparten cátedra, por horas, en un tabulador lastimoso.

Salen corriendo para comenzar otra jornada vespertina. Muchos de ellos, no completan las cuarenta horas. Poco se les toma en cuenta. Solo son expedientes. Número de pago y nada de antigüedad.

Al maestro se le debe algo más. Su vocación de instrucción comienza desde el día antes. En la planificación. Las horas del hogar donde se socializa la enseñanza.

Por cada hora en clase, se debe tomar en cuenta cómo distribuye el contenido. Los recursos técnicos. Sus capacidades de oratoria. De comunicar cada concepto por desarrollar en los pupitres.

Minimizar los ingresos por hora impartida es justificar la impericia. Al maestro, a la par de sus compensaciones, les debemos la solidaria experiencia de su paciencia.

De establecer un salario digno en todo el país. Por encima de los garroteros, los elementos de seguridad pública y la guardia civil.

Entender, la primera lección de la lógica de vida. Sin maestros nuestra sociedad colapsa. Las otras formas, las de horarios, tabuladores y comisiones, son la verdadera zanahoria de los equinos, de no escribir de otra manera, encargados de la Secretaría de Educación y del mismo gobernador del estado.

Quienes por la manera de expresarse en público, frente a los reporteros y fotoperiodistas, ensucian la labor de todos aquellos mentores, quienes les inculcaron desde el alfabeto hasta las tablas matemáticas.