La cursilería de las bellas artes
Nuestro caballero águila llegó a la presidencia de la república. Su benefactor, Luis Echeverría, admiraba su capacidad verborrea, por encima del mesianismo ilustrado de Porfirio Muñoz Ledo.
Por seis años, hizo crecer el mito de administrar la riqueza. Los excedentes del petróleo, en el mercado internacional, puso a México de esquirol.
José López Portillo, el hombre del momento, abogado de la UNAM, prominente de altura, de andar erguido y conquistador de las masas. Su mujer, Carmen Romano, mecenas y gestora cultura, le daba a la alta sociedad capitalina, abrió el menú de la mexicanidad, de las muestras nacionalistas de grupos danzantes.
Por todos los continentes y países, México apareció con los ejecutantes mejores logrados. Incluso en varias entidades federales, a la par de la creación del CONACULTA, con quien más tarde sería el yerno presidencial, Rafael Tovar y de Teresa.
Doña Carmen, según las crónicas de la época, registraba en el avión y las giras presidenciales, el gusto musical de calado mundial. Para ello, hubo de hacerse espacio en la aeronave para transportar un piano de cola.
Así al destino, los secretarios de estado y sus celebres acompañantes, en los trayectos y también en las sedes, el sonido del monumental del piano. Incluso el maestro afinador, debería estar disponible a cualquier hora.
El caballero águila, José López Portillo, vinculó a su hijo mayor en el servicio público. Le llamaba el orgullo de mi nepotismo. Jolopo nadaba varias veces al día en su alberca personal. Curtía el estilizado cuerpo en los mejores gimnasios.
Caballero de múltiples facetas. Terminó nacionalizando la banca. Llamando traidores a los empresarios. A los saca dólares. Las arcas del banco central estuvieron vaciadas y la devaluación destrozó cualquier presupuesto.
López Portillo, en su último besamanos nacional, del 1 de septiembre, le habló a la nación como intentó defender el peso como un perro.
Salió de la presidencia y publicó varios tomos finamente producidos. Sus editores del Fondo de Cultura Económica los obsequiaron a todo quien quisiera.
Doña Carmen Romano dejó la simulación de primera dama del país. Se divorcio del marido. Desde años antes, una mujer extranjera, experta en la filmografía del cine de ficheras, la colocó en el olvido.
Sasha Montenegro, voluptuosa, hermosa y de afiches en toda clase de negocios de baja ralea, avenida en amante, esposa y viuda del ex presidente López Portillo, hizo soñar a todos los mexicanos, cuando se propuso escalar en la escala social del escándalo y la cursilería, las bellas artes, salieron sobrando.