A cucharazos
Cada empresa nos explicara su metodología. Al surfear por las páginas electrónicas. Mientras compramos el café en las cajas registradoras, al asomarnos a las primeras páginas de los periódicos.
Establecieron ya la marca de arranque. Las diferencias porcentuales entre cada coalición.
Dosificaran la información. Lo hacen en el supuesto del famoso tracking. Quienes suben, se mantienen o bajan en las preferencias.
Existen tantas marcas o patentes como mercenarios dispuestos a ofrecer cabezales dudosos. En los cuartos de guerra de los candidatos, los ánimos fluctúan.
Los menos expertos o ingenuos, celebraran como si la elección ya se hubiera computado. Con tanta ventaja ni siquiera en una tragedia, como suelen ocurrir, se revertirá la avalancha de voluntades.
Eso les costará no solo la victoria, sino el descredito como profesionales de la propaganda. Una encuesta real, además de la jornada electoral, es precisa sin la necesidad de miles de informantes.
Con tan solo recurrir a las constantes de las casillas donde se ha definido históricamente. Ya sea telefónica o en campo, los expertos en logaritmos matemáticos aciertan.
Universidades publicas e institutos educativos privados, de alto calado, intentaran también llevar su propia numerología. Lo harán como ejercicio de la inteligencia. O de la supervivencia para aquellos directivos con su cabeza en picota.
No se asombre hoy por nada. Tampoco es día de los santos inocentes. Es tan solo el inicio de una multicitada pasarela de aspirantes con sueños de riqueza.
Los verá besando niños. Abrazando toda clase de personas con capacidades diferentes. Hablarles a las comunidades menos favorecidas. Con las mismas promesas. Reciclando patrañas y salvadores domésticos.
Encuestadores y dueños de medios, son los principales accionistas del sabor previo, a la hora del conteo de votos.