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Gerson Gómez

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A puerta cerrada

De negro riguroso. Los elementos de seguridad. Circuito cerrado de comunicación. Al sur de la ciudad. En el viejo lienzo charro. La chaviza belicosa en viernes.

Pasan la velada desde las 10 de la noche hasta las 5 de la madrugada. Después de medianoche las puertas clausuran esta modalidad emergente de reve.

El juego de luces. Audio atronador. Parece más antro a caballerizas.

Aquí se viene a ligar. A beber hasta el desmayo. Para quienes flaquean se acercan a quien les ofrece el subidón. Todo buen habito debe llegar por invitación privada.

Coronan el atrevimiento del vestuario provocador. Las espaldas ya no tienen buen nombre. Tatuajes al por mayor. Las figuras esculturales. Oh bendita juventud. Quien ha encarcelado a la vejez.

Los M.C. traen montado el orden. Desde el abridor los cuerpos contorsionan al ritmo llamador del tololoche y de la docerola activada.

Si algo te gusta lo amachinas. Por delante el cielo de una colonia rodeada de callejuelas y de barrio bravo.

Pagan por desgastar cada una de las neuronas. El viernes es infinito. Cada segmento de congregantes sigue el rito de la fe de los nuevos alquimistas de la placides.

Con sordina las puertas apenas desplazan. Pago en efectivo. Por transferencia bancaria. Aquí se viene a gozar la vida. A rematar las imposibles arenas movedizas de la incapacidad del ascenso social.

El festín inacabable resiste cualquier registro policiaco. Perdidos en la conciencia. Encontrados en la monstruosidad de una urbe abierta al catálogo de nuevas imprecisiones musicales.

No preguntes nada. Solo observa. El san Juan de los desesperanzados busca la siguiente carrera. Retornará más tarde. Ya les dio su teléfono particular a las tres chicas con menos tela en los bustos como si anticiparan las miradas de los observantes.

En el lienzo charro ningún caballo se asoma. Solo vibran las células de los cerebros machacados. Va en la penumbra, la fila desordenada en la combustión de bebidas.

Pontificar en el baile es tarareo. Mueve los hombros. Menea la cadera. Vamos en caída libre a la libertad de una noche estrellada.