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Gerson Gómez

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La tierra de la confusión

Toda la tierra sur es territorio de nadie. Les pasa a quienes en los Estados Unidos de América lo habitan. En su mayoría chicanos. Mal hablan el inglés. Detestan el castellano. Odian a los compradores mexicanos. Les resulta odiosa la comparativa.

Ir de shopping para los nacionales significa poder adqusitivo. Además de un lindo paseo. Disfrutar de la limpieza. Las salas climatizadas a 21 grados centígrados. El chapuzón en las piscinas sin tanto aroma a cloro.

Laredo, McAllen y Brownsville cuentan con grandes barrios de desposeídos.  Sobreviven con menos de los 28 mil dólares anuales. Muy por debajo del índice de pobreza. Completan la supervivencia con las subvenciones por hijo. Los talones de pago del gobierno estadunidense para maquillar la muerte por hambre.

Recurren a los bancos de alimentos de las iglesias. Hacen fila en los comedores de la caridad del ejército de salvación.

Para ellos embarazarse soluciona muchas de las urgencias. Cambian en los automercados por dinero en efectivo. Con eso continúan la parranda. Desempleados y enloquecidos por el calor.

Cada diler sabe cuando el comprador ya cuenta con cash en efectivo. Suministran las dosis de menor calidad y de mayor mortandad.

En Brownsville el contraste es mayor. Frontera con Matamoros. Con salida al Golfo de México, una de las playas con menor calidad en ambos lados de la frontera.

Para el proyecto de Elon Musk, de construir esa zona como la nueva NASA, llega con toda una partida de WASPs indigestos.

A ellos, con la ayuda de la border patrol, les resulta complicado diferenciar a un migrante ilegal de un ciudadano estadunidense latino.

Porque ambos hurgan en sus basureros.  Unos buscan para reciclar. Los otros, alimentos descompuestos para comer.