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Gerson Gómez

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Tacos S.A.

Al tradicional alimento mexicano no le hace falta denominación de origen. El taco representa la vida social. El compás de espera en el día. Lo más sagrado y también lo vilipendiado.

En épocas remotas electorales, el partido oficialista utilizaba a sus esbirros. Embarazaba las urnas. Introducía tacos. Es decir, miles de hojas con el sufragio a favor del Revolucionario Institucional. Imposible auditar quien había sido el responsable.

Nuestro taco se produce al momento. Caliente y suave pasa por las papilas gustativas. El guiso le da la nota musical. Los mañaneros son empoderados y cumplidores. A la hora del medio día pueden ser el acorazado destructor del hambre. Por la noche, sensibles a la carne asada o de trompo.

De Tijuana hasta Cancún, en la Riviera Maya, el taco une a los comensales. Nada es más democrático como echarse un taco parado. No se vaya de equis. Taco combinado con salsa picante. Habanero con cacahuate. La maldición de Moctezuma. Chilosos, rojos o secos como los de fideo, pegados a la cazuela. Ahora tan populares y caros en los botaneros o parrilladas.

Desde el valle de Aztlán para todo el mundo, el taco caminero. Así como las manos sucias. Polvo somos y en cenizas nos vamos a convertir. Un poco de tierra no enferma a nadie.

Tacos feos, solo los fabricados en franquicia en los Estados Unidos de América. A ellos se les ocurre sazonar con queso amarillo.

Imagine la guerra con el oriente o Asia. Impondremos al taco como moneda de cambio. Chinos e Hindúes coman taco de murciélago, perro o serpiente. Buda con seguridad lo aprobaría.

Échese un taco de ojo cuando vaya de fiesta al antro. El taco es patrimonio de la humanidad.