La democracia adjetivada
Es legal pero no pragmática. La victoria de Alejandro Moreno para dirigir por cuatro años más al PRI. Solo engaña con ferocidad a sus incondicionales. La promesa de recuperar el poder luce lejana, casi imposible.
Ninguno de los personajes históricos del PRI, mayor de 55 años, lo apoya. Quisieran jugar en cancha pareja. Con reglas negociadas. Permitiendo colocar cada sector. El obrero, el campesino, el empresarial y hasta los de cuello blanco, inversionistas a cobro revertido.
Alejandro Moreno desinfla cualquier oportunidad de supervivencia política de los grupos cuestionadores. Existe solo una línea dura. Viene del sur. Ya el PRI no representa las causas de los menos favorecidos.
Tampoco se le puede identificar en las manzanas urbanas como los gestores para solucionar el problema del barrio. El alumbrado nocturno. Los baches. La frecuencia del transporte urbano. El incremento de incidencia de delitos. El pandillerismo. La falta de ocupación laboral.
Las brigadas para consultar gratis al enfermo melindroso. La vacilada de loterías con premios de despensa básica sacadas de donaciones anónimas. Cortar los cabellos a los estudiantes de primaria y secundaria. Dejarlos listos, con la medida obligatoria.
Ahora el PRI de Alejandro Moreno está perfumado. Aclarado de piel al pasar innumerables horas en reuniones de café. En oficinas climatizadas en memoria de quienes enriquecieron con el progreso nacionalista.
Ya no será jamás eso. El voto duro del PRI ya no conquista a nadie. Los veremos achicados al tomar sus curules plurinominales. Reducidos al templete del olvido. Con las tripas retorcidas del odio antidemocrático.