Los Colorados de San Patricio
Llegaron a un país desconocido. Como mercenarios o en la leva. Con el ejército estadunidense. Al pisar el territorio nacional muchos de ellos desertaron. Simple. Desaparecieron de las columnas de soldados.
Para los Colorados de San Patricio su servicio confrontó irlandeses contra mexicanos. Católicos contra católicos. Esa lucha fratricida. Contraria a las convicciones de fe. Por demás desigual. Los conservadores protestantes los usaban de carne de cañón.
Toda la zona norestense les recibió a pesar de la diferencia de idiomas. Sus herederos están esparcidos en la zona de Santiago, Cadereyta, Allende y Montemorelos. Formaron familias con los oriundos de la zona.
Usted los puede ver si viaja de fin de semana a la zona conurbada de Monterrey. En el camino rumbo a la carretera nacional. En estos parajes venden artesanías. Elaboran suculentos platillos de carne asada, puerco en diferentes formas y los deliciosos dulces de la región.
Los reconocerá por su fenotipo. Incluso morenos con ojos de color. Altos, sonrientes. Muchachas de buena figura. Muy trabajadores. Conservan la palabra primo para referenciar al pariente.
Los hay en todo el territorio. Van y vienen a Monterrey. No le tuvieron miedo a salir del campo de batalla. Acá han encontrado desde 1847 la paz de la vida campirana.
Educados, tradicionales y honrados. Por las tardes, antes de caer el sereno, se sientan en las mecedoras. Refrescando los recuerdos. Apaciguan la vida moderna antes de entrar a cenar.
Mañana será otro día. Una jornada nueva para los herederos de los Colorados de San Patricio.