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Gerson Gómez

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Los alzados

Quienes documentan un acto histórico deben permanecer imparciales. Mostrar sin sesgo ni frenesí emocional. En el andar cotidiano, el habla de quienes son los personajes centrales. Eso debería ser.

Por el ustream, en Netflix, encontramos el trabajo de Diego Enrique Osorno. Sobre la embarcación a la inversa, de quienes encabezaron la revuelta indígena zapatista, con rumbo al viejo continente.

Entrelazadas las tomas, la narrativa resulta lenta. Incluso forzada. Los productos culturales, como este, olvidan lo principal. Mientras el régimen del ogro filantrópico, del dinosaurio priista, domina el país, antes de la descomposición social por el nacimiento del pulpo de los carteles de la droga, existen comunidades olvidadas.

Supervivientes desde la épica batalla del virreinato, la independencia nacionalista, la revolución mexicana, el caudillismo de los generales, la zona dorada de los licenciados, el neoliberalismo descarnado.

Chiapas no solo representa la última frontera. Sino la puerta de acceso a Centroamérica. Ojo. Sus habitantes, por siglos, han sido desheredados de la tierra.

México mestizo e indigenista. En Oaxaca, Veracruz, Coahuila, Sonora, Nayarit, Tamaulipas, el valle central del país. Somos la raza de bronce. Si lo mexicano es naco, y lo naco es chido, entonces verdad de Dios, todo lo naco es chido. Lo escribió a Botellita de Jerez en su Guacarock de la Malinche.

Lo kitch, de mal gusto, no solo corre en los ojos del prejuicio, del clasismo. También puede ser filmado y exhibido. Con anotaciones traducidas del alemán, imaginando como se siente la mexicanidad.

Tal vez sea mejor, el video del asalto en Monterrey, en el camión urbano, en hora pico. Al mero estilo capitalino. Donde cuatro pistoleros despojan a los pasajeros del transporte público, estudiantes, menores, trabajadores y personas de la tercera edad, además del conductor.

Sueltan la frase de ya se la saben. Cooperando. Celulares, carteras, mochilas. Todos a la báscula.

Resulta concreto, directo y sencillo, a una epopeya anodina, con mucho presupuesto, en el drenaje de la distorsión emocional vista desde fuera. Jamás como uno más de la tribu.