Buenos Aires.- No se presenta como tal, pero Gabriel Chamé Buendía podría ser considerado uno de los representantes contemporáneos del clown más significativos de Argentina. Hace más de 30 años que se entregó a William Shakespeare, y serán muchos lustros más: hasta ahora ha llevado seis obras al escenario, y le faltan 27, según sus cuentas.
Chamé se identifica con el clown, este anglicismo que contribuyó a popularizar un grupo que integró en los años 80, el “Clú del Claun (1984-1991)”, que renovó la estética teatral al compás del renacimiento de la democracia tras la última dictadura (1976-1983). Es un término al que recurrieron no para diferenciarse del payaso, sino para que sus obras no fueran asociadas a un público exclusivamente infantil.
Presenta en el circuito teatral de Buenos Aires dos obras en simultáneo: “Othelo (termina mal)”, que lleva en cartel más de una década, y “Medida por medida (la culpa es tuya)”, ambas adaptaciones de William Shakespeare, a quien considera el mayor dramaturgo de todas las épocas “porque es el que más ha logrado contar, con una poética increíble, historias de una profundidad que tienen que ver con visiones filosóficas”.
“Lo bello de Shakespeare es esta profundidad que tiene para mostrar la vida trágicamente, ver la existencia humana como una existencia trágica”, reflexiona en diálogo la Agencia Sputnik. “Él no juzga, no hay una moral, los malos y buenos son relativos: el malo tiene claro por qué hace lo que hace, y el bueno tiene muchas contradicciones”.
El director argentino se solaza ante la recurrente pregunta de cómo amalgama las obras del dramaturgo inglés con el clown. “Los payasos ya convivían en su época”, aclara. “La reina Isabel I era muy fanática de muchos de estos payasos que se veían en la calle y que Shakespeare contrataba para utilizarlos en su compañía”.
Con una picaresca y un lenguaje propio, Chamé fusiona en escena la tragedia con las posibilidades poéticas del clown. Cuenta que durante el tiempo que vivió en Francia se familiarizó con Peter Brook, Ariane Mnouchkin, Bob Wilson y Robert Lepage, “grandes directores que tenían su lenguaje, muy físico, de gag y de movimientos grupales”.
Para Chamé, que se convirtió en el primer payaso latinoamericano en integrar el Cirque du Soleil, Shakespeare resiste todo si es respetado. “Y si uno lo destruye, hace una parodia simple”.
“Para mí lo importante es la relación entre las tensiones dramáticas: hay una acción que está pasando, un conflicto, que se puede tratar de manera cómica o dramática, y ahí lo relevante es el lenguaje chaplinesco, del gag físico, visual, junto con la palabra, sabiendo que yo lo traduzco”, incide.
Admirador de músicos como los argentinos Luis Alberto Espinetta y Charly García, Chamé reivindica la belleza de la poética en Shakespeare en su narración de hechos políticos, morales y filosóficos. “Es demasiado grande como para no repetirlo. Una vez uno entró a este mecanismo, no quiere soltarlo”, sostiene.
La permanencia del dramaturgo inglés a través de los siglos abre dos posibilidades: “Shakespeare es un genio, o nosotros no evolucionamos; y si nosotros no evolucionamos, Shakespeare es contemporáneo, porque está contando cosas de hace 500 años que ahora son muy actuales, porque el ser humano no ha cambiado, sigue con las mismas problemáticas de poder, racionales, de abuso y de contradicciones”, afirma el director.
ELENCO BRILLANTE
La tensión dramática que cabalga sobre la comicidad y el sentido del humor que exhibe en sus adaptaciones tiene una gran efectividad gracias al elenco que recrea las dos tragedias de Shakespeare. Matías Bassi, Nicolás Gentile, Elvira Gomez, y Agustín Soler, además de Marilyn Petito (la única que no actúa en Othelo) muestran una gracia y una desenvoltura dignas de la ovación que atestiguó esta agencia en una de sus últimas representaciones, con todo el teatro de pie rendido al ingenio de estos actores.
“Hacemos lo mismo que los griegos hace 3.000 años, que era ponerse delante de una persona a contar una historia con la palabra y el cuerpo, y que esa persona se siente a ver si la cautiva y surge una atracción ante la vibración física del otro ser humano”, reflexiona. “Es efímero, porque la obra termina, el actor muere, todo se pierde y todo continúa. Es un oficio muy particular, el teatro. Es un canto a la vida, el último bastión de lo analógico”.
Siendo el movimiento del tiempo escénico, la improvisación que parece tomar cuerpo en escena es en realidad una ilusión. “Todo está recontramarcado y preciso”, aclara Chamé. La escenografía está desvestida de objetos, en sintonía con el concepto isabelino del espacio vacío, al ser la palabra y el cuerpo los que generan las imágenes.
“Lo importante que el espectador vea una obra que es igual todos los días y que es única. Me ha decepcionado mucho ir a ver obras de humor donde un día te ríes y otro no. Yo soy muy maquinita, quiero todo encajado como un reloj”, admite. Por eso admira a Charlis Chaplin y Les Luthiers: “gente que no cambia nada”.
La risa que despierta en la sala de teatro es su gran apuesta, su oportunidad. “La risa es un gol, y yo hago goles uno detrás de otro para lograr que esa risa sea como cabalgar con el público y llevar una energía de felicidad lúdica y placentera que te lleva a la tensión que te provoca la obra. Quiero que la gente se informe de este cuento con la risa”, propone.
Y así Chamé se reconoce como parte de la cultura teatral contemporánea, por más que él se sienta más cómodo entre los viejos borgianos. “Llegué a una edad que uno entra en ese rubro más cautivado por el pasado y los clásicos que el presente, que estimo. Ahora, que me motive, que yo aprenda y diga guau, es el pasado. Prefiero a Chaplin, a quien no le llegó ni al talón, pero le sigo las huellas”.
Antes del receso por el verano austral, Medida por Medida se presenta en el Teatro Politeama de la ciudad de Buenos Aires de jueves a domingo a las 20.00 hora local (23.00 GMT). (Sputnik)
Fuente: https://noticiaslatam.lat/
Foto: Tomada de https://www.facebook.com/GabrielChameB
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