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Gerardo Ledezma

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La discriminación sigue viva: ¿Qué le pasa a Nuevo León? O mejor dicho al Hotel Safi…

En pleno siglo XXI, parece que las lecciones de respeto, empatía e inclusión aún no se han aprendido en Nuevo León. Un caso reciente en Monterrey refleja la idiotez y la discriminación que todavía enfrentan las personas con discapacidad.

Esta vez, una mujer con discapacidad visual, acompañada de su perro guía, fue víctima de un acto grotesco de rechazo en el Hotel Safi. No solo se le negó la entrada, sino que se le ofreció la humillante opción de dejar a su perro afuera, como si el simple hecho de tener una discapacidad fuera una carga para la sociedad.

¿Cómo es posible que, en pleno 2024, aún exista una mentalidad tan cerrada hacia las personas con necesidades especiales? Esta mujer no pedía más que el mismo trato que cualquier otro, más aún, por tratarse de la posada de su trabajo. Pero, por alguna razón, la política del hotel fue más importante que su derecho a la inclusión.

En un mundo que avanza hacia la equidad, ¿cómo justificamos que un ser humano, por el simple hecho de necesitar un perro guía, sea dejado fuera de un establecimiento? ¿Es que la humanidad sigue siendo ajena a lo que significa realmente la integración?

El trato que recibió Sary y su perro “Odín” es un claro ejemplo de la falta de sensibilidad social que persiste en algunos sectores de la sociedad regiomontana.

Tras insistir y demostrar su condición, la respuesta fue un desprecio total por su derecho a ser tratada con dignidad. Esta es una de las tantas situaciones que las personas con discapacidad enfrentan a diario: la indiferencia, la discriminación, y lo peor, la falta de educación y conciencia sobre lo que significa ser inclusivos.

Lo peor de todo es que este tipo de situaciones no son aisladas. En Nuevo León, como en muchas otras partes del país, las personas con discapacidad siguen siendo vistas como un estorbo más que como ciudadanos con los mismos derechos que cualquier otra persona.

Es urgente que cambiemos nuestra mentalidad y comprendamos que la inclusión no es un favor, es un derecho fundamental. Todos, sin importar nuestras condiciones, tenemos el derecho de ser tratados con respeto, y la sociedad en su conjunto debe estar a la altura de este principio. Por cierto, no estaría mal que antes de que los diputados salgan de vacaciones sean prudentes y metan una iniciativa que lleve incluso hasta un castigo ejemplar para todo aquél en discriminar a las personas sea cuál fuera su condición.