Río de Janeiro (Brasil).- El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva se recupera estos días en su casa de São Paulo de una operación para tratar una hemorragia cerebral. La intervención fue un éxito, y no se espera que el líder de la izquierda sufra secuelas, pero su paso por el hospital abrió tímidamente el debate sobre si debe ser candidato en las elecciones de 2026.
“Estoy vivo, entero y con ganas de trabajar”, dijo al ser dado de alta del Hospital Sirio Libanés de São Paulo. Dejó el hospital dos días antes de lo previsto y ese mismo día ya estaba reuniéndose con ministros en su residencia. Las publicaciones en sus redes sociales y los comentarios de su entorno más cercano transmitían sin ambages el mensaje oficial: Lula está en perfecto estado de salud y totalmente apto para seguir gobernando.
El líder brasileño tiene 79 años y desde que ganó las elecciones de 2022 ha sido intervenido en otras dos ocasiones, para extirparle un nódulo en la garganta y para colocarle una prótesis en la cadera. En su día a día suele compartir su rutina de ejercicios en el gimnasio y presume de vigor y disposición a pesar de la edad.
Cuando Joe Biden, de 81 años, anunció que no se presentaría a la reelección en EEUU, muchos empezaron a mirar de reojo a Lula. Aunque comparten franja de edad, Lula se mantiene mucho más ágil y lúcido que su colega estadounidense y el Partido de los Trabajadores (PT) intenta evitar a toda costa el contagio del “efecto Biden” en Brasil.
La semana pasada, el secretario de Comunicación del PT, Jilmar Tatoo, cortaba de raíz cualquier posibilidad de debatir un posible recambio de cara a las próximas elecciones: “Lula es nuestro plan A, B, C, D, E, F, G y H. Es nuestro candidato en 2026, nadie discute eso en el PT”, afirmó tajante.
Lula no ha afirmado claramente que se presentará en las próximas elecciones, pero en declaraciones recientes afirmó que, aunque espera que no sea necesario, está listo para enfrentarse a la extrema derecha en las urnas. Tal como ocurrió en 2022, la estrategia pasa por presentarse como el único capaz de ganar en la dicotomía democracia o fascismo.
DEPENDENCIA DE LULA
Lo cierto es que en la izquierda brasileña no hay muchas alternativas. A lo largo de los años, el protagonismo absoluto de Lula impidió el surgimiento de otros nombres. El PT es extremadamente dependiente de Lula, e incluso el actual Gobierno titubeó en negociaciones clave en el Congreso los días en que Lula estaba hospitalizado porque faltaba el carisma del jefe de filas.
El único nombre con posibilidades de sustituir a Lula es el del ministro de Economía, Fernando Haddad. A pesar de acumular dos derrotas importantes (la presidencia en 2018 frente a Bolsonaro y el gobierno del estado de São Paulo en 2022 frente a Tarcísio de Freitas), sigue siendo la alternativa más probable.
Una encuesta de Quaest divulgada el 12 de diciembre señalaba que tanto Lula como Haddad vencerían en 2026 a cualquier candidato de la derecha.
En el campo conservador, las hipótesis también están muy abiertas: Bolsonaro insiste en que será candidato, a pesar de que la Justicia Electoral le inhabilitó y no puede concurrir a unos comicios hasta 2030. Su círculo confía en una eventual amnistía salida del Congreso Nacional o de una decisión judicial favorable en el Tribunal Supremo; ambos, escenarios poco probables.
Una opción que ganó peso en los últimos días es que Bolsonaro se presente con su hijo Eduardo (diputado federal) como candidato a vice, para transferirle a él todos los votos en el último momento de la campaña. Otra hipótesis es que Bolsonaro ceda y dé luz verde a la candidatura del gobernador de São Paulo.
En cualquier caso, la edad y la salud de Lula (tanto si se presenta como si no) será un tema central en la campaña de 2026. (Sputnik)
Fuente: https://noticiaslatam.lat/
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