El “regalo” navideño que nadie pidió
En pleno diciembre, un mes que debería estar lleno de solidaridad y esperanza, las autoridades y organismos encargados del transporte público han decidido dar un golpe directo a los bolsillos de los ciudadanos.
La reciente aprobación de un incremento en las tarifas camioneras, que llegará a los 17 pesos por viaje en 2026, es una muestra de insensibilidad que resuena como un insulto en estas fechas.
Es desconcertante ver cómo, en lugar de ofrecer mejoras reales al sistema de transporte, se opta por cargar aún más a una población ya de por sí asfixiada por las dificultades económicas.
Si el transporte público en Nuevo León ofreciera eficiencia, rapidez y comodidad, quizá este aumento podría entenderse como un esfuerzo para financiar un servicio de calidad. Pero la realidad es muy diferente: filas interminables, largas esperas y unidades insuficientes siguen siendo la norma.
Con estas condiciones deplorables, imponer un incremento de tarifa se percibe como una medida gandalla que no solo ignora las necesidades de los usuarios, sino que también les arruina la temporada navideña.
El deslizamiento de 10 centavos mensuales hasta agosto de 2026 fue aprobado con 18 votos a favor, 2 abstenciones y 8 votos en contra de representantes municipales y de la diputada Rocío Montalvo.
Esto demuestra que, aunque existen voces críticas dentro de los órganos de decisión, la mayoría sigue actuando con total desconexión de las realidades que enfrentan los ciudadanos. Ahora, el futuro del tarifazo está en manos de la Junta de Gobierno del Instituto de Movilidad y Accesibilidad, que decidirá su aprobación final en los próximos días.
Este aumento no solo refleja una política de movilidad fallida, sino una falta de empatía que lastima profundamente en estas fechas de convivencia familiar. Mientras las autoridades persisten en sus decisiones impopulares, el mensaje para los usuarios del transporte público es claro: el castigo económico y la falta de soluciones siguen siendo su “regalo” navideño.
Por lo que una vez más, el ciudadano común paga el precio de las decisiones de quienes, paradójicamente, deberían estar velando por su bienestar.
En fin. Jódanse y Feliz Navidad.