Vamos bien…
En los márgenes del escándalo que rodea al Gobierno de México y la administración de Claudia Sheinbaum, el desafío por mantener la credibilidad ante la opinión pública parece intensificarse. Las recientes declaraciones de la presidenta mexicana desestimando el reportaje del The New York Times sobre laboratorios de fentanilo en el país muestran una estrategia clara: desacreditar al mensajero antes de confrontar el mensaje. “No es muy creíble este reportaje por cómo se está presentando y lo vamos a demostrar científicamente”, aseguró, prometiendo una explicación técnica en las próximas semanas. Pero, ¿es esta una postura que construye confianza o simplemente posterga respuestas contundentes?
La insistencia de Sheinbaum en diferenciar los procesos de producción de metanfetaminas y fentanilo pareciera un esfuerzo por diluir el impacto del reportaje. Sin embargo, no responde al corazón de la preocupación: la supuesta proliferación de laboratorios ilegales en el territorio mexicano y su papel en la crisis global de opioides. En lugar de abordar directamente la problemática, la mandataria volvió a traer a colación críticas pasadas del diario estadounidense hacia la administración de Andrés Manuel López Obrador, lo que podría interpretarse como un intento de desviar la atención hacia una narrativa de agravio constante contra la 4T.
Además, las respuestas de Sheinbaum sobre los hechos en Coalcomán y las lonas exhibidas durante un evento cívico tampoco despejan las dudas. /recordemos a la presidente municipal agradeciendo los regalos a los niños y bandas sonoras enalteciendo aún líder criminal/ Aunque condenó la apología de la violencia y señaló que la fotografía publicada (El Reforma) no correspondía a la fecha indicada, el impacto del evento no se mitiga con estas aclaraciones.
La investigación contra la presidenta municipal es un paso necesario, pero la falta de una postura más firme deja entrever una administración más reactiva que proactiva frente a la percepción de posibles pactos con el crimen organizado.
El descontento social y las críticas mediáticas no se aplacan con promesas de investigaciones ni con descalificaciones a reportes internacionales. Si bien la cautela es clave en un sistema que debe priorizar el debido proceso, también es imprescindible que la comunicación gubernamental ofrezca certezas y acciones concretas.
En este escenario, el reto de Sheinbaum no es solo desligarse de las acusaciones, sino también mostrar que su gobierno tiene la capacidad y la voluntad de confrontar los problemas con transparencia y contundencia. En tiempos de incertidumbre, el silencio y las evasivas no son opciones sostenibles.