Blame to Canadá
Se acabó el corrido. Ya no dio para más. Ni su carisma lindo. Mucho menos la sonrisa optimista logró sostener la gestión del primer ministro Justin Trudeau.
Riesgos antes del ascenso al poder de Donald Trump, para el país más al norte del continente, son muchos y variados.
Política es suciedad. En las democracias hasta los grandes liderazgos como el de Winston Churchill estuvieron en picota. Sometidos al apoyo de sus grupos parlamentarios y de las bases partidistas.
Los arranques de Trump, de nombrar a Canadá como el estado 51, aceleró la defenestración, la imposibilidad de coadyuvar el crecimiento de la nación.
Con el choque ideológico de los liberales y moderados, Trudeau jamás marcó distancia. Sino viajo a Mar-a-lago para conversar con Trump. Ese brinco de autoridad, marcha implacable, para quien hizo menos a Joe Biden o a Kamala Harris, quienes aun representan todos los puestos en función.
Canadá esta sectorizado en partes francófonas y de ingles parlantes. Acostumbrados a recibir poblaciones enteras de extranjeros. Contrario a la posición de inmigración de Trump.
La multiculturalidad de los habitantes de las 10 provincias y 3 territorios: Alberta, Columbia Británica, Manitoba, Nuevo Brunswick, Terranova y Labrador, Nueva Escocia, Nunavut, Ontario, Isla del Príncipe Eduardo, Quebec, Saskatchewan, los Territorios del Noroeste y Yukón.
En Ottawa la esperanza las burlas de la sociedad de Trump detonaron el puente de respiración de Trudeau.
La otra frontera porosa de los Estados Unidos de América, en los grupos del crimen organizado multinacionales, tienen en la mira a Canadá. Aun con el áspero clima polar.
Así como de extravagantes resultan los personajes de la grotesca serie de South Park, donde el maligno intima con Hussein, la caída de Trudeau cabe muy bien para el anti-tema de la serie: Blame to Canadá. En la tornamesa ya viene la siguiente canción con el próximo interprete.