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Gerardo Ledezma

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El agua se escapa entre nuestras manos

La pérdida constante de agua en las presas de Nuevo León pone de manifiesto una realidad alarmante: nuestras reservas hídricas están en riesgo, y las decisiones que se toman hoy pueden definir nuestro futuro. Mientras la sequía acecha y la demanda crece, seguimos atados a acuerdos obsoletos que sacrifican nuestra agua en favor de otros estados y países.

Desde el 7 de enero, el desfogue de la Presa El Cuchillo ha resultado en la pérdida de más de 61 hectómetros cúbicos, lo que equivale a drenar una Presa de la Boca y media en solo cinco días. Este desfogue responde al convenio firmado en 1996, que obliga a Nuevo León a ceder entre 350 y 390 millones de metros cúbicos de agua al año a Tamaulipas, una práctica que parece insostenible ante las crisis hídricas recurrentes en nuestra entidad.

El agua que fluye hacia el río San Juan y más allá de nuestras fronteras no solo refleja un cumplimiento normativo, sino también una falta de voluntad política para renegociar acuerdos anacrónicos. Nuevo León enfrenta retos hídricos cada vez más complejos, desde el crecimiento poblacional hasta el cambio climático, mientras que nuestros embalses, como El Cuchillo, Cerro Prieto y La Boca, se ven forzados a operar en límites críticos.

¿Por qué presumimos agua si la perdemos?

En recientes lluvias y tormentas, las presas del estado alcanzaron niveles históricos, incluso superando su capacidad. Este repunte es un alivio temporal que no debe generar una falsa sensación de seguridad. El agua, como recurso estratégico, debe gestionarse con prudencia y visión de largo plazo. Sin embargo, la paradoja es evidente: presumimos una abundancia que, en realidad, se está escurriendo hacia otros estados y países bajo acuerdos que no consideran la crisis actual.

Mientras tanto, la deuda de agua de México con Estados Unidos —que asciende a mil 750 hectómetros cúbicos— amenaza con drenarnos aún más. La propuesta de saldar parte de esta obligación con agua de El Cuchillo es una señal inequívoca de la falta de alternativas viables para proteger nuestras reservas.

El desfogue de agua, justificado como medida preventiva ante el supuesto riesgo de desbordamiento, pone en evidencia la necesidad de invertir en infraestructura para optimizar la capacidad de almacenamiento y manejo de las presas. Sin una visión estratégica y coordinada, nuestras reservas seguirán disminuyendo mientras la demanda crece sin control.

Además, es urgente renegociar los acuerdos interestatales e internacionales que comprometen el agua de Nuevo León. No se trata de romper compromisos, sino de adaptarlos a las nuevas realidades climáticas y sociales. La escasez de agua es un problema global, pero en nuestro estado, la solución pasa por priorizar el abastecimiento local y garantizar que el agua se use de manera equitativa y sostenible.

La ciudadanía, el gobierno y las instituciones deben asumir su parte en esta tarea. Desde el ahorro en el uso doméstico hasta la inversión en infraestructura hídrica, pasando por políticas públicas más justas, la preservación del agua debe ser una prioridad absoluta.

Si permitimos que nuestras presas sigan perdiendo agua sin tomar medidas drásticas, enfrentaremos una crisis que no solo afectará a nuestra generación, sino a todas las que vienen detrás. No podemos seguir viendo cómo el agua se escapa entre nuestras manos mientras presumimos una abundancia que no sabemos proteger.

Consté, de ahorita se los digo sino arreglamos desde hoy. Mañana volveremos a tener graves problemas.