¿Estamos preparados para la crisis migratoria?
Las cifras frías que muestran la magnitud del paso de los migrantes por México deberían ser motivo de una reflexión urgente sobre las capacidades del país para enfrentar una crisis humanitaria en crecimiento. Según un reportaje reciente de El Universal, hasta agosto de 2024, México repatrió únicamente a 16,474 de los 719,690 migrantes que llegaron de manera irregular, lo que implica que el 98% de las personas que ingresan al país sin documentos permanecen en su territorio. Estas cifras son impactantes, y la pregunta que surge es: ¿realmente estamos preparados para recibir más?
México se encuentra ante un escenario complicado, especialmente con las recientes amenazas de Donald Trump, quien ha prometido redoblar los esfuerzos de deportación una vez que regrese a la presidencia de los Estados Unidos. Expertos en migración advierten que, bajo la presión de la administración estadounidense, México podría verse obligado a recibir a miles de deportados de diferentes nacionalidades. Esto, en lugar de aliviar la situación, podría colapsar aún más las fronteras y generar una crisis humanitaria en las ciudades fronterizas, como ya ocurrió en 2010 bajo el mandato de Barack Obama.
En esa ocasión, México enfrentó una grave crisis al recibir a más de 600,000 repatriados, lo que desbordó los recursos en lugares como Tijuana, Baja California. La falta de infraestructura adecuada para atender a esta gran cantidad de personas generó una escasez de alimentos, ropa, alojamiento y asistencia psicológica. Esta experiencia reciente debería servir como un recordatorio de que el país no tiene la capacidad logística ni los recursos suficientes para ser el contenedor de los expulsados de Estados Unidos.
La situación de los migrantes no es solo un problema de números. Especialistas han alertado sobre las cifras escalofriantes de mujeres migrantes víctimas de trata y de hombres susceptibles a ser reclutados por el crimen organizado. Los números reflejan una realidad mucho más compleja de la que nos gustaría reconocer. Mientras los migrantes buscan una oportunidad de vida en Estados Unidos o en otros países, muchos caen en las manos de redes delictivas que se aprovechan de su vulnerabilidad.
Tonatiuh Guillén, ex titular del Instituto Nacional de Migración, subraya que México no debe convertirse en un “vehículo de transporte” para aquellos deportados por Estados Unidos. “No es el papel de México ser el transportista de los expulsados”, sostiene, y tiene razón. No se trata de una cuestión de maldad o indiferencia, sino de un problema estructural que no puede ser abordado solo con medidas a corto plazo. Es necesario que tanto el gobierno federal como las autoridades locales busquen soluciones sostenibles para la migración, que vayan más allá de la simple recepción de personas sin un plan claro de integración o apoyo.
El país está al borde de una crisis humanitaria que podría repetir las condiciones difíciles que se vivieron años atrás. Las autoridades deben anticiparse a los problemas y no esperar a que la situación se vuelva insostenible. La falta de un plan adecuado para enfrentar el flujo migratorio y la repatriación de deportados podría resultar en una catástrofe no solo humanitaria, sino también política, económica y social.
Es hora de que los políticos de México y los Estados Unidos dejen de hablar en términos de promesas vacías y comiencen a abordar esta problemática con la seriedad que merece. La migración es una realidad compleja que no puede ser manejada con discursos populistas ni soluciones a corto plazo. Necesitamos una estrategia integral y humanitaria que considere las realidades sobre el terreno y los derechos de las personas migrantes.
El futuro de miles de personas y de nuestras fronteras depende de las decisiones que tomemos ahora. ¿Estamos realmente preparados para lo que se viene?