Un horizonte incierto para México frente a la renovada presidencia de Trump
La llegada de Donald Trump a un segundo mandato presidencial plantea serios retos para la relación entre México y Estados Unidos. Lejos de ser una oportunidad para reconfigurar los lazos bilaterales, este periodo se perfila como uno de tensión creciente, marcado por políticas migratorias severas, cuestionamientos a la cooperación en seguridad y un aumento en los riesgos para los derechos humanos a ambos lados de la frontera. Sin dejar claro está, la amenaza del cobro de un 25% de aranceles.
Sin embargo, en este segundo día del mandato de Trump se restableció el programa “Quédate en México” reavivando uno de los episodios más controvertidos de su pasada administración. Esta política obliga a los solicitantes de asilo a permanecer en territorio mexicano mientras se procesan sus casos en Estados Unidos.
La medida no solo ignora los principios básicos del derecho internacional en materia de refugio, sino que también expone a miles de migrantes a condiciones de vulnerabilidad extrema, desde la violencia criminal hasta la falta de acceso a servicios básicos. A esto se suma una narrativa política que estigmatiza y criminaliza a quienes buscan una vida mejor al otro lado del Río Bravo. No obstante, hoy México anuncia que no permitirá recibir migrantes que no sean de otros países, sino solo mexicanos.
El comercio de armas, una grieta en la relación bilateral
Mientras tanto, como si fuesen a espantar alguien. Hoy la misma Comisión Permanente del Congreso de México ha solicitado un informe detallado sobre las acciones de Estados Unidos para combatir el tráfico ilícito de armas. Sin embargo, creer que este llamado ejercerá presión alguna sobre Washington es ingenuo. La administración Trump ha mostrado un desinterés sistemático en abordar el problema de las armas que cruzan la frontera hacia México, alimentando la violencia y fortaleciendo a los cárteles. Este flujo de armamento no solo es una cuestión de seguridad nacional para México, sino también un recordatorio de la falta de corresponsabilidad en la agenda bilateral.
Indultos y polarización: un inicio turbulento
Asimismo, en un movimiento que subraya su desprecio por las normas democráticas, Donald Trump indultó a más de 1,500 personas vinculadas al asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. Este acto, más que una muestra de clemencia, simboliza un respaldo implícito a la insurrección y una peligrosa señal de impunidad. La decisión no solo polariza aún más a la sociedad estadounidense, sino que también deja entrever una visión autoritaria que podría influir en su política exterior, incluyendo su relación con México. En pocas palabras, no le importará nada y mucho menos el dejar fuera a una plantilla de líderes blancos con sellos racistas y sectarios.
Ante este panorama, la administración de Claudia Sheinbaum enfrenta el desafío de redefinir su estrategia diplomática. No basta con exhortos y declaraciones formales; México debe construir una posición firme y proactiva que defienda sus intereses sin caer en confrontaciones estériles. Esto incluye exigir rendición de cuentas sobre el tráfico de armas, fortalecer la protección de los migrantes en territorio nacional y explorar alianzas con otros países para contrarrestar los efectos adversos de las políticas estadounidenses.
El nuevo mandato de Trump no deja margen para la complacencia. La cacería humana y el desprecio por la cooperación bilateral son recordatorios de que los próximos años serán un periodo de resistencia y adaptación para México. Solo con unidad interna y una visión clara nuestro país enfrentará los desafíos que se avecinan, incluyendo desde luego, dejar un lado de quererse pasar de listo adulando a las ligas izquierdas o dictaduras. Sin irnos muy lejos, como andar festejando aún dictador como Maduro y seguir regalando petróleo a Cuba.