
El jorobado de nuestra señora del Valle de Anáhuac
No nos representa en la Cámara de Diputados. Ni siquiera cuando gobernó nuestro estado natal. La incompetencia política de Cuauhtémoc Blanco y de su representante José Manuel Sanz, lucra con la imagen del deportista mediocre, mentiroso y acomodaticio.
El antiguo número 10 de las Águilas de la América, conflictivo dentro de las canchas. En lo extradeportivo, de escandalo en polémica. Si los amoríos con las actrices del catálogo Televisa.
La simbiosis entre ídolo de barriada. Del populoso Tepito. Tierra de valedores, chacales, bateadores y gente decente.
Cuauhtémoc lavó sus vestiduras en la sangre del Movimiento de Regeneración Nacional. Provocador histórico ha soñado con algún día dirigir México. Más no la selección de balompié. Sino suceder en el cargo a Claudia Sheinbaum.
Así de mágico y surrealista el alcance de la locura social. No está impedido. En su contra las averiguaciones de violencia doméstica. Abandono de hijos. Blanco representa la barbarie triunfalista.
Quienes le acusan desean truncar la meteórica carrera del exfutbolista. En los detalles de su acenso califican la impresionabilidad del héroe salvaje.
Balbucea apenas frases incoherentes. Llora frente a los fotoperiodistas. Agraviado piensa desde la curul. Los temas de la agenda nacional resultan poco comprensibles. Levanta la mano en el tropel de los disciplinados.
Cuauhtémoc Blanco ha salido avante de peores situaciones. Incluso hasta del abandono por parte de Ricardo Antonio Lavolpe para no llevarlo a un mundial. Hizo falta su cinismo en las bandas. Incluso la Cuatemiña con el balón controlado, entre dos o más rivales.
Las fintas con movimiento de cadera, resaltando sus genitales, en la transmisión televisiva.
Cuauhtémoc es águila cayendo a tierra. Mordido por el veneno de mujer en forma de serpiente.