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Gerardo Ledezma

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El silencio necesario: por qué Nuevo León debe prohibir la glorificación del crimen

La música que endulza la violencia ya tiene los días contados en Aguascalientes, y Nuevo León debería seguir el ejemplo. El reciente fallo del congreso aguascalentense -que castiga con cárcel y multas la apología del delito en letras musicales- marca un precedente que nuestro estado no puede ignorar. No se trata de censurar el arte, sino de romper el círculo vicioso donde el crimen se viste de heroísmo y los delincuentes de ídolos populares.

La reforma aprobada con 20 votos a favor define con precisión quirúrgica el límite entre libertad de expresión y complicidad cultural con la violencia. Como bien señaló el diputado Rodrigo Cervantes (PAN), el problema no está en el género musical, sino en la narrativa que transforma asesinos en personajes románticos y convierte fechorías en hazañas dignas de admiración.

En Nuevo León, donde la violencia ha dejado profundas cicatrices sociales, la legislación actual debería hacer frente a esta forma sutil de adoctrinamiento criminal. Los llamados “corridos tumbados” no son simples expresiones artísticas: son manuales de reclutamiento disfrazados de entretenimiento, que glorifican un estilo de vida que destruye familias y comunidades enteras.

La experiencia de Aguascalientes demuestra que es posible legislar sin caer en la censura. La clave está en enfocarse específicamente en el contenido que incita al delito, sin afectar otras manifestaciones culturales. Mientras tanto, en nuestro estado seguimos permitiendo que las bandas criminales tengan sus propios trovadores, sus cronistas pagados, sus relaciones públicas musicalizadas. Consté eso dicen por aquello de alguna posible demanda…

Pues bien, en el presente periodo legislativo que anda de vacaciones deberá ser propició y pudiera tener la oportunidad perfecta para actuar. No se requiere inventar nada: solo seguir el modelo ya probado de castigar la apología delictiva con penas proporcionales al daño social que genera. El verdadero reto no será legal, sino cultural: enfrentar la resistencia de quienes confunden complicidad con tradición, y de aquellos que han normalizado escuchar como diversión lo que debería causar indignación.

La música no causa violencia, pero la que la celebra sí perpetúa su ciclo. Nuevo León tiene ahora la oportunidad de dejar claro que el crimen no es material para canciones, sino para expedientes judiciales. El silencio forzado de estas letras podría ser el primer paso para el silencio voluntario de las armas.

PD: Por cierto, la presente legislatura en Aguascalientes lo ha aprobado Con veinte votos a favor y seis en contra previamente a su famosa Feria de San Marcos, para que luego, no digan que no se les aviso a los promotores.