
Cuando la dignidad diplomática se olvida
México atraviesa un momento delicado en el escenario internacional, no sólo por la creciente tensión con Ecuador, sino por la forma en que nuestra política exterior ha venido navegando entre contradicciones, silencios y reacciones tardías.
Hoy la Secretaría de Relaciones Exteriores sale a rechazar de manera enérgica nuevas acusaciones desde Ecuador que sugieren la llegada de sicarios mexicanos a ese país para atentar contra su presidente, Daniel Noboa. Lo hace con la formalidad del lenguaje diplomático, pero sin el peso de una presencia internacional sólida que respalde la defensa de nuestra imagen.
El conflicto con Ecuador no es nuevo, pero sí reciente. La memoria colectiva parece haberse desvanecido demasiado pronto, cuando hace apenas unos meses atrás fuimos testigos de un hecho insólito: la violación de nuestra soberanía diplomática con el asalto a la embajada mexicana en Quito. Aquel ataque no sólo fue una ofensa al derecho internacional, sino una fractura en la relación con un país con el que, hasta entonces, compartíamos canales abiertos de diálogo.
El gobierno mexicano respondió con la ruptura de relaciones, un gesto contundente, pero no acompañado de una estrategia clara. Hoy, mientras las acusaciones crecen desde el sur, la Cancillería repite que se mantiene fiel al principio de no intervención. Pero ese principio, aunque noble, no puede ser escudo eterno ante agravios que afectan directamente la integridad y reputación del país.
Hay algo que preocupa aún más que los dardos lanzados por Ecuador: la amnesia selectiva que parece instalarse en el discurso oficial. La administración actual me refiero de Morena, la misma que ha construido buena parte de su narrativa en torno a la defensa de la soberanía, se muestra ahora titubeante, más reactiva que proactiva ante una crisis internacional que sigue escalando.
No es sólo Ecuador quien nos observa. La comunidad internacional sigue el caso con atención, y lo que está en juego no es sólo un pleito entre gobiernos, sino el prestigio diplomático de México, su capacidad de proteger sus embajadas, y la seriedad con la que enfrenta acusaciones de esta naturaleza.
No basta con emitir comunicados indignados. Urge una estrategia de Estado que deje de improvisar respuestas y recupere la memoria, la coherencia y la dignidad que alguna vez caracterizó a nuestra diplomacia. Porque un país que olvida los agravios, corre el riesgo de volverlos a padecer.
Aunque bien valdría recordar del porqué México tiene problemas con dicho país y es que en tiempos de López Obrador se le ocurrió meter la mano por un prófugo acusado de corrupción y a su vez brindar asiló cuando sabía que este personaje de izquierda era perseguido por la justicia. Me refiero a Jorge Glas. Así es que nada más deberíamos recordarles a los de la 4t tener tantita memoria.