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Gerardo Ledezma

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Dolor sin justicia y muertes evitables: lo que seguimos permitiendo

En México, el eco de la tragedia suele durar más que la voluntad institucional de resolverla. El dolor de quienes han perdido a un ser querido bajo circunstancias evitables sigue ahí, sin respuestas claras ni soluciones a la vista. En San Pedro, en una casa humilde marcada por el luto, o en clínicas donde el sarampión reaparece como una amenaza que creíamos del pasado, el denominador común es la lentitud para atender lo urgente.

Ha transcurrido casi un año desde el colapso del escenario en un acto político en San Pedro. Diez personas murieron, más de doscientas resultaron heridas y hoy, finalmente, se anuncian las primeras imputaciones. “Es claro que hubo negligencia”, dijo uno de los afectados. La Fiscalía ha dado pasos, aunque con un ritmo que muchos consideran insuficiente ante la magnitud del suceso. “La tragedia sucedió en un mitin del partido”, expresó otra voz. El hecho invita a reflexionar sobre cómo mejorar la coordinación entre instancias organizadoras y autoridades para garantizar la seguridad de los ciudadanos.

En otro caso que ha conmovido al país, Lupita —conocida en redes como “Lupita TikTok”— enfrenta un duelo devastador. “Yo solo quiero justicia para mi bebé”, dijo tras perder a su hija de apenas 14 días, presuntamente a manos de su pareja. El proceso judicial está en curso, pero el dolor de fondo apunta a una realidad más amplia: la necesidad de fortalecer los mecanismos de protección a mujeres y niños, así como de escuchar las señales de alarma antes de que sea tarde.

Por otro lado, el sarampión vuelve a cobrar vidas. Cuatro muertes y más de mil seiscientos contagios han encendido las alertas en 17 estados. “Mi hijo no alcanzó vacuna”, lamentó una madre. Este repunte evidencia retos en la cobertura de salud y en la lucha contra la desinformación. Las campañas de vacunación deben intensificarse, no solo en alcance, sino también en confianza ciudadana.

Estas situaciones distintas revelan un reto compartido: la necesidad de respuestas más rápidas, claras y coordinadas. No se trata solo de sancionar a los responsables o atender emergencias cuando ya son irreversibles, sino de prevenirlas con políticas públicas eficaces. Porque cuando la atención llega tarde, lo que está en juego no es solo la justicia, sino la vida misma.

La sociedad espera mucho más que discursos: espera compromiso, transparencia y acciones concretas. Y es justo esa expectativa la que puede y debe marcar el rumbo de las instituciones.