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Gerardo Ledezma

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Cuando los guardianes fallan: el crimen que sacudió a la CDMX también apunta hacia adentro

En una ciudad acostumbrada a lidiar con la violencia cotidiana, el asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz no solo encendió las alarmas de seguridad, sino que ahora también expone las grietas internas de quienes deberían garantizar la justicia. La tragedia que envolvió a dos personas cercanas a la jefa de Gobierno, Clara Brugada, ha dado un giro tan irónico como preocupante: ahora se investiga a los mismos elementos encargados de esclarecer el crimen.

La Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México confirmó que analiza posibles irregularidades en el manejo de pruebas relacionadas con el caso. La gravedad de esta admisión no puede pasarse por alto. “En atención a diversas denuncias sobre conductas violatorias a la normatividad que rige la actuación policial, la Dirección General de Asuntos Internos inició una investigación administrativa para deslindar responsabilidades”, se informó oficialmente. No es poca cosa: cuando la policía necesita investigarse a sí misma, la confianza pública recibe un golpe difícil de reparar.

A la par, la Fiscalía General de Justicia local sigue procesando las pistas disponibles. La promesa de justicia, sin embargo, comienza a parecer lejana cuando el proceso se ve enturbiado desde dentro. Más allá de las formalidades, lo que está en juego es la credibilidad de las instituciones, particularmente en un caso tan sensible y cercano al poder político.

La dependencia informó también que se ha iniciado “un proceso de ajuste en el cuadro de mandos para fortalecer el trabajo de seguridad ciudadana en línea con la Estrategia de Seguridad y Construcción de Paz”, impulsada por Clara Brugada. Pero este tipo de declaraciones, tan comunes en el discurso oficial, suenan vacías cuando la ciudadanía observa cómo, una vez más, el aparato de seguridad tropieza con sus propias sombras.

La ironía no podría ser más punzante: la estrategia de paz anunciada desde el gobierno local comienza a hacer agua en medio de un crimen que no solo indigna, sino que también revela fracturas internas. Si las pruebas no son resguardadas como corresponde, si los mandos deben reajustarse a raíz de errores o negligencias, la pregunta inevitable es: ¿quién cuida a los cuidadores?

El caso Ximena y José no puede convertirse en otro expediente perdido en el archivo del olvido institucional. Hoy más que nunca, es necesario mirar hacia dentro, no para proteger intereses políticos, sino para rescatar lo que aún queda de justicia en la capital del país.