
Morena pierde el encanto, Musk se ofende y Sheinbaum celebra en solitario
Pareciera que el sueño de la Cuarta Transformación comienza a desdibujarse. Al menos en Durango, donde la coalición Unidad y Grandeza, compuesta por PAN y PRI —sí, esos partidos que hace unos años muchos juraban no volver a tocar ni con el pétalo de un voto—, se impuso con contundencia. Con más de 236 mil sufragios, lograron resistir el vendaval guinda y se llevaron no solo la capital, sino también una jugosa porción del mapa municipal. Por su parte, Morena y sus aliados, que hace apenas unos años se sentían invencibles, se quedaron con 190 mil votos, lo que da para algunas lágrimas y quizá, con suerte, una autocrítica que nunca llegará.
La joya de la corona fue Durango capital, donde Antonio Ochoa se quedó con 89 mil 353 votos, aplastando a Movimiento Ciudadano y dejando a Morena en un muy lejano tercer lugar. Ramón Enríquez, su abanderado, no logró convencer ni a los suyos. Claro, en Gómez Palacio hubo algo de consuelo: Morena retuvo el municipio con Betzabé Martínez, aunque si eso se considera un triunfo, entonces ya estamos bajando mucho la vara.
Mientras tanto, en Lerdo, Unidad y Grandeza volvió a hacer de las suyas con Susy Carolina Torrecillas, quien duplicó los votos de la candidata de Morena. Y aunque Movimiento Ciudadano presume haber triplicado sus municipios gobernados (de uno a tres, no exageremos), lo cierto es que su mayor logro fue arrebatarle Tlahualilo a los guindas. Algo es algo.
Y como si el tablero político mexicano no fuera suficiente comedia involuntaria, en el otro lado del mundo Elon Musk decidió ponerse serio. Muy serio. Tras un reportaje del New York Times que lo retrata como una farmacia ambulante —ketamina, éxtasis, hongos y quién sabe qué más—, el magnate respondió con la elegancia que lo caracteriza: “¡No estoy consumiendo drogas! El New York Times estaba mintiendo descaradamente”. Qué alivio. Musk explicó que sí, que alguna vez probó ketamina, pero fue recetada, como si eso borrara la imagen de un asesor presidencial paseando con una caja de pastillas. Al parecer, dirigir una red social, varios cohetes y un país entero no es suficiente carga como para necesitar algo de “ayuda para salir de agujeros mentales oscuros”.
Y si alguien está viviendo en un universo paralelo más allá de Musk, es Claudia Sheinbaum. La presidenta celebró la elección judicial como un rotundo éxito, pese a que la participación ciudadana fue escasa y la emoción del electorado brilló por su ausencia. Pero para Sheinbaum, que asegura que votó “más del doble” de lo que se vio en la consulta de los expresidentes, eso ya es un motivo para sacar la matraca. Como quien organiza una fiesta, nadie llega y de todos modos se felicita por la organización impecable.
En medio de todo esto, un nuevo protagonista parece perfilarse en la Suprema Corte: Hugo Aguilar Ortiz, abogado indígena de Oaxaca, que con más de 4.6 millones de votos podría convertirse en ministro presidente. Con un discurso que clama por una justicia “funcional, equitativa y sin tecnicismos”, Aguilar promete ser el cambio que la Corte necesita. Claro, siempre y cuando el sistema le permita mover algo más que el asiento.
Mientras el país baila entre la decadencia guinda, los festejos sin público y las teorías farmacológicas de multimillonarios, una cosa queda clara: en México, la política sigue siendo el mejor entretenimiento. Solo que, lamentablemente, no es ficción.