
Tensión sin retorno: la ruptura entre Trump y Musk sacude los cimientos del poder en EU
El vínculo entre el presidente Donald Trump y Elon Musk ha colapsado estrepitosamente, y no se trata de una simple diferencia de opiniones. Lo que alguna vez fue una alianza conveniente entre dos de las figuras más influyentes del planeta —uno desde la política, el otro desde la tecnología— ha derivado en una disputa de proporciones históricas que atraviesa lo económico, lo ideológico y lo personal.
El punto de quiebre llegó con el rechazo de Musk al nuevo plan fiscal de la Casa Blanca, una iniciativa que elimina incentivos para vehículos eléctricos y energías limpias, apostando abiertamente por la industria de los combustibles fósiles. La reacción del empresario fue fulminante: calificó la propuesta como una “abominación repugnante” y advirtió que incrementaría el déficit en 2.5 billones de dólares. Su mensaje fue directo, sin rodeos, con el estilo frontal que lo caracteriza.
Trump, por su parte, no tardó en responder. Desde su plataforma Truth Social lanzó una amenaza que pocos tomaron como un simple arrebato: “La forma más fácil de ahorrar dinero en nuestro presupuesto, miles y miles de millones de dólares, es rescindir los subsidios y contratos gubernamentales de Elon”. El comentario dejó en el aire la posibilidad de un golpe directo a Tesla, SpaceX y Starlink, empresas que, en gran medida, han prosperado gracias a acuerdos con el Estado.
Pero la confrontación no se limitó a lo económico. Musk fue más allá y deslizó una acusación que ha desatado alarma en Washington: sugirió que Trump aparece en los archivos relacionados con Jeffrey Epstein. Aunque hasta ahora no hay evidencia concreta, la insinuación abre un capítulo espinoso que podría tener consecuencias legales y políticas. En un país marcado por la polarización, este tipo de declaraciones no caen en saco roto.
La tensión no termina ahí. Desde el círculo íntimo de Trump surgieron reacciones inmediatas. Steve Bannon, una de sus voces más radicales, exigió la deportación de Musk, aludiendo a supuestas irregularidades en su estatus migratorio y cuestionando su acceso a información clasificada. El mensaje fue claro: la lealtad, en este entorno, no solo se espera, se exige.
Este choque entre dos titanes no es un simple escándalo más. Representa una grieta profunda en el entramado de intereses que une al poder político con el empresarial. La ruptura entre Trump y Musk revela cuánto puede resquebrajarse un sistema cuando las ambiciones personales se imponen sobre los acuerdos estratégicos. Y deja claro que, en la cima del poder, no hay amistades eternas, solo alianzas temporales.