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Gerardo Ledezma

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El rostro autoritario de una nación en disputa

La política migratoria en Estados Unidos ha dejado de ser un tema de gestión fronteriza para convertirse en un campo de batalla ideológico. La reciente declaración de Donald Trump, en la que sugiere que arrestaría al gobernador de California, Gavin Newsom, por oponerse a las redadas migratorias, no solo enciende las alarmas, sino que revela un preocupante retroceso en las formas democráticas.

“Yo lo haría si fuera Tom [Homan, zar fronterizo]. Me parece estupendo. A Gavin le gusta la publicidad, pero creo que sería algo genial”, dijo Trump desde la Casa Blanca, tras respaldar la idea de que cualquier funcionario que se interponga en la aplicación de sus medidas migratorias podría ser arrestado. La frase no es un simple comentario al margen; es una advertencia directa contra la disidencia política.

Ante esto, Newsom fue claro: “Es un paso inequívoco hacia el autoritarismo”. Sus palabras reflejan el desconcierto que atraviesa a muchos líderes estatales frente a una política federal que, en lugar de buscar consensos o soluciones, opta por la confrontación, la intimidación y el uso de la fuerza.

La decisión del Comando Norte de desplegar 700 infantes de marina en Los Ángeles, bajo el argumento de proteger instalaciones federales, solo agrava el conflicto. Esta acción, más propia de un estado en crisis institucional que de una democracia funcional, parece confirmar que la migración se ha convertido en una excusa para militarizar las ciudades.

California, y en especial Los Ángeles, ha sido durante años símbolo de convivencia multicultural. No obstante, hoy enfrenta un clima de incertidumbre y miedo, no por los migrantes, sino por las acciones del gobierno federal. Cuando se criminaliza la defensa de los derechos humanos o se amenaza con el uso del poder militar frente a la protesta civil, el mensaje es claro: hay quienes prefieren gobernar a través del miedo.

Estados Unidos está mostrando, sin disimulo, un rostro que contradice los valores que históricamente ha defendido. Lo que está en juego no es solamente una política migratoria, sino la esencia misma de su democracia.