
Cuando la intolerancia se convierte en política: el ataque frontal contra los hispanos en Estados Unidos
El clima de hostilidad que se vive en Estados Unidos contra la comunidad hispana ha alcanzado niveles alarmantes. Ya no se trata solo de México, sino de todo lo que huela a hispano. La orden está dada, y las acciones del gobierno de Donald Trump, especialmente a través de las redadas del ICE, dejan en evidencia un enfoque que raya en la persecución sistemática. Frente a esto, no es difícil ver que, aunque ni sus propios blancos ni afroamericanos logren la unidad o la fuerza que posee la comunidad hispana, el teatro político montado parece destinado a caer por su propio peso.
Los últimos días han sido testigos de un despertar masivo en ciudades como Los Ángeles, epicentro de la resistencia en California, donde miles de personas han salido a las calles a protestar contra estas redadas. Es importante recordar que California representa la sexta economía mundial y que gran parte de su riqueza y cultura depende del trabajo de sus migrantes, en su mayoría hispanos.
La respuesta del gobierno federal no se hizo esperar: 4,000 elementos de la Guardia Nacional y cientos de marines fueron desplegados, en una medida que incluso autoridades estatales calificaron de excesiva y contraria a la legalidad. Cuando Trump se refiere a quienes ondean banderas mexicanas como “animales”, muestra un desprecio que debería preocupar a toda sociedad democrática. Y su amenaza de invocar la Ley de Insurrección de 1807 para justificar la represión con fuerzas armadas es un paso peligroso que marca un precedente oscuro.
No es solo California; otras ciudades con gran población hispana, como Nueva York, Texas, Miami o Chicago, están en alerta ante posibles represalias similares. El ambiente es tenso y la situación podría escalar aún más.
Ante esta realidad, no podemos quedarnos en la indignación pasiva. Es momento de exigir respeto, justicia y el fin de políticas que criminalizan a comunidades enteras por su origen. La historia demuestra que la intolerancia y la división solo llevan a la fractura social y al retroceso. La fortaleza de una nación radica en la inclusión y el respeto a la diversidad, no en la persecución y la exclusión.
Este no es un problema de unos pocos; es un llamado urgente a la reflexión y a la acción de todos los que creen en una sociedad justa y humana. Porque cuando se ataca a uno, se ataca a todos.