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Gerardo Ledezma

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Cuando el voto libre se escribe con acordeón

El resultado está sobre la mesa. Hay ganadores, hay perdedores, pero lo que no hay es certeza. La elección judicial, que se pretendía como el gran paso hacia la democratización del Poder Judicial, terminó por hundirse en un mar.

El propio Instituto Nacional Electoral, tras analizar los comicios, invalidó alrededor de tres millones de votos por anomalías que difícilmente pueden atribuirse al error humano.

Fueron detectadas 1,322 casillas con boletas planchadas, votos anticipados, participación total superior al 100% del listado nominal y casillas donde absolutamente todos los sufragios fueron para los mismos candidatos, configurando el llamado voto “zapato”.

A ello se sumaron los casos documentados de entrega de acordeones a los votantes, donde las coincidencias alcanzaron niveles del 80% al 85% con los ganadores.

De estas casillas irregulares, 818 afectaron directamente la elección de ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Siete elecciones quedaron manchadas por prácticas que recuerdan más a una operación política que a un ejercicio democrático. Así lo hace constar el periódico Excélsior.

Consejeros del propio INE, como Martín Faz, no ocultaron su preocupación, advirtiendo que el cúmulo de anomalías deja una “duda razonable” sobre la legitimidad del proceso.

A la par, el diputado Rubén Moreira Valdez trazó un panorama aún más sombrío. Desde la economía hasta el medio ambiente, pasando por la seguridad y las libertades, el legislador afirmó sin rodeos: “El país se cae en pedazos por la mala conducción del gobierno de Morena”. Sus críticas no se limitaron al ámbito electoral; señaló también el asedio a la libertad de prensa, recordando el caso del periodista Héctor de Mauleón, objeto de demandas judiciales que, según Moreira, buscan silenciar la crítica.

En materia de política exterior, el diagnóstico no fue menos severo. Las tensiones con Estados Unidos, el mal manejo de la crisis migratoria y el deterioro de la imagen de México en el exterior, contrastan con los esfuerzos de administraciones pasadas que destinaban mayores recursos a la labor consular. Hoy, según el propio Moreira, se invierte apenas la mitad de lo que se asignaba en el último sexenio priista.

Mientras tanto, la narrativa oficial intenta presentar la elección judicial como un avance histórico, subrayando el carácter inédito de elegir ministros por voto popular. Pero detrás de los discursos triunfalistas, los hechos documentados dejan ver otro escenario: uno donde el poder se perpetúa mediante métodos cuestionables, las reglas se doblan a conveniencia y las instituciones pierden credibilidad.

Más allá de los nombres que hoy reciben constancias de mayoría entre vítores de sus seguidores, queda la herida profunda de una democracia vulnerada. Lo que debió ser un ejemplo de participación ciudadana terminó siendo, para muchos, la confirmación de que el autoritarismo puede disfrazarse de urnas.

El desafío que queda para el país es enorme. Las protestas ya se asoman. Algunos acudirán a la Corte en busca de revertir nombramientos que, más que un mandato ciudadano, parecen el resultado de una maquinaria aceitada desde el poder. Y si algo queda claro después de este episodio, es que la confianza en el sistema democrático no se fabrica; se gana, y hoy está más lejos que nunca.