
Moscú.- En Uruguay es muy común escuchar que “la patria se hizo a caballo”, una frase que resume la conexión entre estos animales y la historia del país.
Las gestas del libertador José Gervasio Artigas se hicieron a caballo; posteriormente el animal fue clave en el desarrollo de la vida rural, y hasta el día de hoy es un elemento distintivo de la cultura de los gauchos, habitantes del campo del país sudamericano.
No en vano, el caballo está en el escudo nacional como símbolo de libertad.
Pese al lugar que ocupan en la historia uruguaya, estos animales están expuestos al maltrato, el abandono, y la muerte.
Para rescatarlos de estas situaciones, desde 2012 existe el Santuario Equino Villa Serrana, un predio de 100 hectáreas único en el país, en el que los caballos pueden correr en libertad en medio de las sierras del centro este uruguayo.
“Este es un lugar, donde todos los caballos pueden vivir en manada, libres, y recuperarse de su problemas físicos y psicológicos”, señala a la Agencia Sputnik, su director y fundador Libre López.
En la entrada al predio aparece colgado un juego de frenos que los caballos usan en la boca. “Es un símbolo de que cuando un caballo llega al santuario, nunca más va a usar un freno en la boca”, explica López.
PERFIL
La conexión de López con los caballos viene de niño. Su nombre, ya está asociado a la libertad que expresan los caballos. “Fue como que mi padre ya me marcó el destino con el nombre”, señala
A los seis años su familia le regaló un “petiso”, como se denomina en el Río de la Plata a los caballos de baja estatura. Con ese animal, al que llamó Tamboril, convivió todos los días durante su infancia.
“De mañana me subía al petiso e iba a la escuela. A mediodía lo llevaba a tomar agua. Cuando terminaba de estudiar, me pasaba el resto del día galopando con Tamboril por todo Villa Serrana, cruzando arroyos y buscando nidos de pájaros. En aquella época no había teléfonos celulares y uno desaparecía hasta la nochecita. Estaba todo el día pensando en el caballo”, rememora López.
IDEA
La idea de crear un santuario para caballos surge de un viaje que realizó a California (oeste), EEUU.
Allí conoció un refugio para equinos de la raza Mustang, un animal salvaje que “compite” con el ganado y muchas veces es matado por cowboys.
López terminó trabajando dos años en ese santuario, situado en un terreno de 300 hectáreas.
“Me gustó esa idea de que los caballos tuvieran un lugar para poder ser libres y estar sueltos”, rememora.
En 2012, cuando retornó a Uruguay, López replicó la idea en un campo que su familia tenía en Villa Serrana, departamento de Lavalleja (este).
“Mi familia nunca usó ese campo para ganar dinero. Nunca plantamos eucaliptus (para forestación), ni engordamos vacas. Mis padres eran hippies y compraron ese campo para tener un lugar con agua y aire limpio, pensando en el futuro”, contó.
CASOS
El santuario de López está abierto a todo tipo de caballos.
Por ejemplo, recibe equinos rescatados de situaciones de maltrato, animales requisados por la Policía, equinos de carrera que tuvieron una lesión y muchas veces son sacrificados porque ya no pueden competir, caballos ciegos, desnutridos, entre otras dolencias.
“En todos los departamentos de Uruguay hay mucho problema con lo que se llama “tracción a sangre”. Son caballos que se usan para trabajar excesivamente. No es lo mismo salir a pasear en un caballo que cargarle un carro lleno de polvo, arena. A veces los usan para hacer fletes, entonces ahí es donde viene el maltrato”, señala López.
También es muy común que el trabajador rural descarte muy jóven al caballo huérfano que no toma leche y no se pone fuerte.
“Es un animal que no se puede vender, ni domar para trabajar. A esos caballos intentamos traerlos al santuario”, relata López.
También es habitual que su predio reciba a caballos que ya no pueden ser cuidados por sus dueños.
Ese es el caso de Luisito, un caballo andaluz que fue envejeciendo y su dueña ya no podía seguir montándolo.
“En vez de vendérselo a alguien, ella quería regalarle a su caballo, a su Luisito, un lugar donde él pudiera estar en manada, feliz, hasta que se muriera. Entonces pagó el tráiler y lo trajo al santuario. Siempre viene una vez al mes o cada dos meses, y le trae zanahorias”, relata López.
PROBLEMAS
Para el rescate de los animales, el director del santuario enfrenta algunos problemas.
Por ejemplo, debe costear el transporte en trailer de los caballos hacia el predio, un traslado que cuesta entre 500 y 600 dólares.
Además de costear el transporte, el Santuario se tiene que hacer cargo de la alimentación y el cuidado de los caballos.
Para eso no cuenta con ayuda estatal pese a estar constituido como una ONG.
El campo es para 30 caballos pero llegó a haber 65, señala López.
Ante esa sobrecarga, el santuario optó por dar en “adopción responsable” a algunos equinos.
“Los caballos que ya no tienen ningún trauma, pueden ser adoptados por gente que tenga dinero, que tenga una chacra, y que simplemente quiera cuidarlos. Nosotros mantenemos una conexión con esas personas. El caballo siempre es del santuario, no se les permite que lo vendan, no lo pueden usar para trabajo, ni para ganar dinero. Y si el animal tiene un problema vuelve para acá”, explica López.
LEY
Por otro lado, cuando el santuario recibe noticias de un caballo que está sufriendo maltrato, López no puede ir sin más a rescatar al animal.
“Si no conseguimos que el dueño nos ceda el caballo gratuitamente, o que la Policía lo requise, nosotros legalmente no estamos habilitados a llevarnos al animal. Podemos ir presos por robarle el caballo a otra persona”, relata.
Para López la ley que combate el maltrato animal en Uruguay no describe correctamente los pasos que tienen que seguir organizaciones como la suya para hacerse de los caballos.
“Nosotros primero tratamos de convencer al dueño de que el animal no le sirve más y que nos lo regale. Si no, tenemos que ir con un policía y una orden de juez que diga que el caballo está en una situación de maltrato. Ahí hay dos opciones. O se multa al dueño, o se requisa el animal. Recién ahí la policía nos da la autoridad para poder traerlo”, cuenta López.
Además, el director del santuario agrega que el Estado tiene pocos recursos para asegurar el cumplimiento de la normativa.
Según López, el Instituto Nacional de Bienestar Animal, que se encarga de aplicar la ley, “no se involucra” lo suficiente en el combate al maltrato.
“Uno se siente sólo al igual que todos los otros rescatistas. Lo hacemos por pasión y porque amamos los animales, pero no tenemos una ayuda del Estado” señala el director del santuario.
López señala además que hay poca infraestructura para alojar a los animales víctima del maltrato, y establecimientos similares son poco conocidos.
Además, señala que la Policía no está capacitada para manejar a los animales requisados.
A eso, afirma, se le suman otros problemas de largo plazo, como el aumento de las plantaciones de eucaliptus para forestación, una actividad muy redituable en Uruguay que provoca sequedad en los suelos y dificultades de acceso al agua.
VISITAS GUIADAS
Para aumentar los ingresos del santuario, López inició visitas guiadas al campo.
“Creo mucho en la educación. Pienso que para que las cosas cambien en el mundo hay que cambiar a las nuevas generaciones”, afirma.
López señala que se produce “una conexión mágica” entre las personas que visitan el santuario y los caballos libres que viven en manada.
“El caballo se acerca al humano queriendo conocerlo, confiar en él, olerlo. Es algo único del paseo. Creo que empodera a las personas ver al caballo de una forma diferente. No es una bicicleta que está ahí atada esperando para que vos vayas a agarrarla”, señala López.
López sigue teniendo que salir del campo para realizar otros trabajos y conseguir más ingresos.
Pero si pudiera viviría a tiempo completo en el campo.
“Nos levantamos de mañana con mi compañera, agarramos los perros y atrás nuestro vienen los gatos, los caballos, las gallinas, las vacas, y uno se empieza a armonizar con todos los animales”, señala.
Hace unos meses, relata, curó a un zorro salvaje que estaba lastimado en la cadera.
Meses después, el zorro se acercó a la venta de su casa, “para mostrarnos que estaba bien”, cuenta.
Para López los animales, como las personas, tienen una sensibilidad, una forma de ver la vida, agradecer, pedir ayuda y conectarse con los humanos. (Sputnik)
Fuente: https://noticiaslatam.lat/
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