
Trump contra todos (otra vez): Canadá en la mira, México en la orilla… por ahora
Donald Trump volvió a levantar la pluma —o mejor dicho, a abrir su cuenta de Truth Social— para anunciar al mundo, como quien envía una postal incendiaria, que a partir del 1 de agosto los productos canadienses pagarán un 35% de arancel al cruzar la frontera. Sí, treinta y cinco. Porque, claro, cuando uno es Trump, los acuerdos multilaterales, los tratados de libre comercio y las promesas diplomáticas son cosas menores comparadas con el arte de hacer tronar la mesa.
“A partir del 1 de agosto de 2025, cobraremos a Canadá un arancel del 35 por ciento a los productos canadienses enviados a EU…”, dice con toda solemnidad en una carta dirigida al primer ministro canadiense, Mark Carney. Y por si fuera poco, dejó claro que si Canadá se atreve a responder con sus propios aranceles, él simplemente les sumará ese porcentaje a su castigo original. Qué encanto de diálogo bilateral.
Lo curioso, o lo preocupante, es que esta guerra comercial disfrazada de berrinche presidencial llega justo cuando Canadá y Estados Unidos, al menos en papel, habían pactado reanudar conversaciones para cerrar un acuerdo comercial hacia el 21 de julio. Es decir, uno habla de diálogo, y el otro lanza tarifas como si fueran fuegos artificiales patrióticos.
Trump, por supuesto, no se detuvo ahí. Calificó a Canadá como “un país con el que es muy difícil comerciar” y acusó a Ottawa de lanzar un “ataque directo y flagrante” por imponer un impuesto a las empresas tecnológicas estadounidenses. Porque cuando a Google y Meta les cobran impuestos en otro país, el asunto se convierte en una cruzada personal del comandante en jefe del proteccionismo.
Y México, como siempre, mirando desde la tercera silla del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (o como se le llame hoy). Que nadie se confíe: si Trump ya volvió a la cargada con su política de castigo unilateral, es solo cuestión de tiempo para que nuestro país entre a la tómbola de tarifas, represalias o tuits presidenciales inflamados.
Lo que queda claro es que Trump no descansa. Al menos así lo quiere hacer ver. Porque entre aranceles, amenazas diplomáticas y cartas llenas de bilis comercial, el mensaje es uno: en su mundo, negociar es gritar más fuerte, firmar menos acuerdos y, si se puede, cobrar por respirar.