
“¿Y el Comandante H cayó del cielo?”
Mientras la presidenta cierra filas en torno a Adán Augusto López con el argumento de que no hay pruebas “sólidas” en su contra —como si nombrar a un presunto narcolíder como secretario de Seguridad Pública fuera una anécdota menor—, en el PAN decidieron que ya es hora de ponerle nombre y apellido a las sospechas.
Noemí Luna, vicecoordinadora del grupo parlamentario panista en San Lázaro, fue directa: Adán Augusto no puede lavarse las manos. Aseguró que no hay espacio para la sorpresa ni margen para la ignorancia. “No se puede decir sorprendido ni ignorante de que su exsecretario es un narcopolítico”, soltó sin rodeos.
Y es que el asunto no es menor. Como gobernador de Tabasco, Adán Augusto colocó al frente de la seguridad pública a Hernán Bermúdez Requena, mejor conocido en los bajos fondos como el “Comandante H” o “El Abuelo”. Hoy, a ese personaje se le vincula con el grupo criminal La Barredora, organización que, según palabras de Luna, sembró el terror y disparó los niveles de violencia en la entidad.
Acción Nacional ya presentó una denuncia penal contra el ahora senador y líder de la bancada de Morena en el Senado. Exigen que se le investigue por sus presuntos vínculos con el crimen organizado. Y de paso, le pidieron que deje el cargo mientras la justicia hace lo suyo, si es que se atreve.
Mientras tanto, en los tribunales de Tabasco, los abogados de Bermúdez hacen lo que saben hacer: promovieron un amparo para que no se le detenga “ilegalmente”, como si hubiera duda sobre su paradero o sus actividades. El Juez Octavo de Distrito, Manelic Delón Vázquez, ya le concedió una suspensión de plano para evitar que sea incomunicado o, peor aún, desaparecido.
La trama huele más a impunidad que a inocencia, y lo que asombra no es que un funcionario esté acusado de tener nexos con el crimen, sino que aún haya quien finja que no se dio cuenta. Porque aquí, lo que falta no es prueba… es vergüenza.