
La historia sin final
Tenga cuidado. Ponga mucha atención a las apariencias. Vivir de las tarjetas de crédito rompen la estabilidad financiera.
Durante los años de la bonanza financiera, le llamamos saqueo, jugamos con los váuchers. En los bancos, las tiendas al por mayor, el empleado, el comisionista, el vendedor, capacitado para desglosar el costo, el impuesto y el total.
Cada transacción de paso por la máquina. Original con varias copias de copiadas por carboncillo. Jamás nuestros ancestros usaron ninguna clase de tarjeta. Ellos aprendieron del ejemplo.
Familias endeudadas por encima de la capacidad anual por mes. Solo cubrían el mínimo solicitado por las instituciones crediticias. Los saldos revolventes. Por correo enteraban las nuevas condiciones.
Durante el error de diciembre, ya en última presidencia nacional del PRI, en el periodo de Ernesto Zedillo Ponce de León, el colapso del sistema bancario hizo impagable aún los minúsculos abonos fijos.
Hubo de recurrir a la venta de propiedades particulares. Adiós al auto. Hasta pronto el terreno para construir la nueva vivienda. Vacaciones canceladas. Compras de vestuario en espera. Universidad publica y escuela de gobierno. Las matriculas en los colegios e institutos privados disminuyeron. Becas crédito por logros académicos o deportivos. Nada más.
Ajustarse el cinturón alimentario. Cereal sin sabor. Menos carne de res. Pollo y puerco para llegar a fin de mes.
En los avisos de ocasión aparecieron en venta, incluso el hogar de millones de mexicanas castas. Quienes pudieron salvar el trayecto saborearon la hiel del mismo sistema mercantil.
Nuestro siglo XXI repite el mismo comportamiento. A meses, sin intereses. Compre. Enchárquese. Investigue los CAT y las letras pequeñas de los contratos de los servicios ofrecidos. Saque la vuelta a la historia sin final.