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Gerardo Ledezma

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Entre pantallas y pizarras: el desafío de formar con sentido en un mundo sin alma

Mientras millones de jóvenes regresan hoy a las aulas, la Universidad Autónoma de Nuevo León marca el inicio de un nuevo ciclo académico, pero también un punto de reflexión profunda. En medio de clases, libretas y horarios renovados, surge una pregunta esencial: ¿qué mundo estamos ayudando a construir para estas nuevas generaciones?

Este lunes, más de 220 mil estudiantes regresaron a las aulas de la UANL en uno de los sistemas educativos más grandes del país. Son más de seis mil 900 docentes quienes también retoman su labor, distribuidos en decenas de preparatorias y facultades, con presencia en 34 municipios. Pero la tarea no termina en enseñar matemáticas, derecho, medicina o arquitectura. Hay una urgencia más silenciosa, una que no siempre entra en los planes de estudio: la de formar personas con sentido.

En ese mismo contexto, la Iglesia católica, a través de la editorial Desde la Fe, lanzó una advertencia que merece atención: “el mundo digital y de entretenimiento en el que crecen nuestros jóvenes no puede ser invadido sólo por mensajes sin alma, símbolos vacíos o llamados que enaltecen a la muerte”. No se trata de censura, sino de conciencia. En la era del clic fácil y de los festivales que glorifican la oscuridad, muchos jóvenes buscan refugio donde no hay esperanza, empatizan con lo que les aleja de sí mismos y se encuentran perdidos en medio de pantallas que ofrecen poco consuelo real.

La propuesta no es apagar el internet ni cerrar los teatros. La propuesta es acompañar. “Acompañemos a nuestros jóvenes, particularmente a aquellos que necesitan de consuelo y escucha, a descubrir su dignidad, su propósito y a fortalecer su fe”, se lee en el comunicado. Es una invitación que también deberían tomar como propia las instituciones educativas, las familias y las autoridades. Porque no hay desarrollo sin humanidad, ni conocimiento que valga sin alguien que sepa quién es.

Mientras se inauguran nuevas aulas, como la Unidad Académica de García —puesta en marcha hoy por el rector Santos Guzmán López—, también debería abrirse el espacio para una conversación más honda: ¿qué contenido estamos permitiendo que los forme por fuera del aula? ¿Qué tipo de afecto les ofrecemos más allá de las métricas académicas?

En tiempos donde la conexión digital es inmediata pero la soledad emocional es profunda, enseñar también es acompañar. Educar también es rescatar. Y formar, en el sentido más pleno, es sembrar algo más que conocimientos: es recordar a cada joven que su vida importa, que hay un propósito más allá del algoritmo, y que la amistad sin filtros ni máscaras también es posible.

Hoy más que nunca, hace falta que la educación y la fe —entendida como sentido de vida— se den la mano para no dejar solos a los que vienen detrás. Porque ahí, entre pantallas y pizarras, se juega el futuro real.