
Los ruegos de la gente ordinaria
Cada uno de los mozos sigue las órdenes superiores. Conectan la bomba extractora. El motor funciona de maravilla. El venero debe estar seco para el lunes. Uno de los brazos del ojo de Santa Lucía está vivo.
Vierten los excesos de agua a la calle. Por Mariano Matamoros el ducto expele aprovecha la inclinación. La plazoleta Zócalo, en el barrio antiguo, derruida para construir apartamentos de lujo.
Los visitantes a los antros, los transeúntes de los Condominios Constitución, sorprendidos por el desperdicio. De día, la furia de la canícula forma el lago en la calle Florencio Antillón.
Secreto a voces. A nadie le interesa recuperar ni el venero ni canalizar en pipas el agua. Sobre el pecado vendrá la penitencia.
Vecinos de los apartamentos aprovechan la ocasión. Con las cubetas recolectan el líquido. Dar el trapazo al auto mientras la mañana lo permite. Luego a guardarse del sol, la resolana, la rabia, el golpe de calor.
La divina providencia, parroquia de paso, suena las campanas grabadas para el reproducir el audio distorsionado. Brincan los fieles creyentes los charcos. No es agua sucia, como en otras ocasiones. Es el regalo de la naturaleza en la construcción.
Habiendo tanta gente en otros municipios sin una sola gota. Ni para lavarse, el sanitario o para lo indispensable.
Ya corre el rumor, del director de Agua y Drenaje, de buscar la alcaldía de San Pedro Garza García por Movimiento Ciudadano.
En vez de eso, debería clausurar la edificación. Se santiguan en la puerta. Con prisa toman un lugar cerca de la puerta. La misa va en darse la paz.