
La soberanía a sus espaldas
Cada uno de sus textos resultaba absurdo. Lleno de sitios comunes. En el besamanos de las precampañas electorales. Beatriz Gutiérrez Muller resultaba sospechosamente aburrida.
Placeada por San Pedro Garza García, las nuevas amistades de trabajadores de Alfonso Romo construyeron el proyecto cultural para la reina entrante en Palacio Nacional.
Recordarle al pueblo la memoria sobre lo olvidado, silenciado o puesto en tela de duda.
Varios regiomontanos colocados en puestos estratégicos. A la poeta abogada la convirtió en directora del SAT. Dio el brinco a magistrada de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
Antes de eso, del SAT, de Alfonso Romo, nada, cero experiencias. Después rompió alianzas con Andrés Manuel. Creyó poder ir por la libre. Tiene trabajo hasta el día 31 de agosto. Después viene el desfiladero.
Beatriz Gutiérrez Muller, la patriota, la orgullosa nacionalista. Contribuyó a entonar con las voces mejor capacitadas del país, una alabanza chauvinista para su marido.
Inmortalizó lo kitch. Como lo hicieron con la Selección Nacional en 1986 o los actores fallidos de TELEVISA grabaron la versión chafa de We are the world, en “Ven a Cantar esta navidad”.
Múltiples universidades públicas publicaron libros de Gutiérrez Muller. Ni siquiera pasarían por dictamen, como en las editoriales comerciales.
Le leímos en la serenidad de la noche. Pluma en mano para encontrar la fortaleza de sus construcciones primarias o secundarias.
Vaya desperdicio de papel. Tantos arboles talados para irse al retrete de la historia personal, la egoteca de la ex primera dama.
La nacida el 13 de enero de 1969 en la Ciudad de México determinó emigrar. Como lo hacen las personas non gratas.
Solicitar la ciudadanía española, como parte del registro de la memoria por el franquismo. Por ahora todas las posibilidades, incluso de separación o divorcio de Andrés Manuel, son posibilidades reales.
Su vida seguirá el trayecto del libro abierto. En el escrutinio público de las contradicciones.