
Monterrey fue testigo de un regreso cargado de simbolismo: Marina de Tavira volvió a la ciudad donde, hace tres décadas, inició su vida profesional en los escenarios. Esta vez lo hizo con Un tranvía llamado deseo, de Tennessee Williams, con la que cerró la edición 24 del Festival de Teatro Nuevo León.
Minutos antes de encarnar a Blanche DuBois en la Gran Sala del Teatro de la Ciudad, la actriz confesó el vértigo que implica sumergirse en un personaje tan complejo. “El teatro nos puede transformar como personas y como sociedad”, aseguró convencida.
Ese amor por las tablas, recordó, nació de la mano de su tío, el dramaturgo y director Luis de Tavira, a quien considera su maestro. “Yo me enamoré del teatro viendo una puesta en escena dirigida por él. Mucho de mi disciplina y cosmovisión de la vida lo aprendí de él, por eso siento una profunda gratitud y admiración”, expresó.
La función regiomontana significó también un reencuentro personal con sus raíces teatrales. “¡Son 30 años! Y empezaron en esta ciudad. Mi primer trabajo profesional fue aquí, en una Muestra Nacional de Teatro. Era estudiante y suplanté a la actriz principal. Fue en Monterrey donde comenzó mi vida profesional, y estoy volviendo 30 años después”, recordó emocionada.
Durante la obra, el público presenció cómo De Tavira se transformó en una Blanche atormentada y frágil, atrapada entre delirios y recuerdos, frente a un Stanley Kowalski brutal y una Stella atrapada en el conflicto. “Blanche es un personaje infinito, un lugar al que siempre vuelves y nunca terminas de descubrir”, señaló.
Aunque el cine le ha dado momentos inesperados —como la nominación al Oscar por su papel en Roma, de Alfonso Cuarón—, De Tavira reafirma que su vocación está en el escenario. “El cine ha sido un diamante hermoso en el camino, pero yo me considero una actriz de teatro. Necesitamos el teatro más que nunca, porque nos convoca a lo colectivo en un mundo cada vez más aislado”, reflexionó.
Con esta clausura, el Festival de Teatro Nuevo León reafirmó su fuerza como uno de los espacios culturales más importantes del país, con llenos en cada función y un público ávido de experiencias escénicas. Para Marina de Tavira, el mensaje es claro: “El teatro es nuestro lugar sagrado, ese al que siempre quiero volver”.
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