
Entre non gratos y malos tragos
La diplomacia mexicana parece haber encontrado una nueva especialidad: coleccionar vetos internacionales. La presidenta de México fue declarada “persona non grata” en Perú, aunque con la cortesía de aclarar que el rechazo no es contra el pueblo mexicano. Una forma elegante de decir: “te queremos, pero a tu presidenta no la queremos ver ni en pintura”. El motivo, sus opiniones sobre la crisis peruana y el caso del expresidente Pedro Castillo, que aún desde prisión sigue generando sacudidas. “El Perú exige respeto a su soberanía y a sus instituciones”, sentenció la legisladora Alva Prieto, en un discurso que podría colocarse en el escaparate de frases solemnes para la posteridad.
Pero mientras en Sudamérica se defiende la “dignidad nacional”, en casa la realidad golpea con fuerza. El puerto de Altamira fue escenario de un hecho trágico: la muerte del capitán de navío Abraham N, responsable de la Unidad Naval de Protección Portuaria. Su fallecimiento, aún bajo investigación de la FGR, se da en un contexto en el que la Marina está en el ojo del huracán por los vínculos de algunos de sus integrantes con el negocio del huachicol. La Secretaría de Marina, con la formalidad acostumbrada, lamentó la pérdida y extendió su solidaridad a la familia del marino caído.
El contraste es brutal: mientras un Congreso extranjero discute mociones diplomáticas, en México se contabilizan muertes ligadas a redes de corrupción que parecen más grandes que los buques que surcan nuestros puertos. Apenas un día antes, se informaba del decomiso de millones de litros de diésel, tractocamiones y hasta un barco, en una trama donde se mezclan empresarios, exfuncionarios y elementos de la Marina en activo y en retiro.
Así que entre el veto diplomático y las fugas de combustible, el país se debate entre cuidar la imagen internacional y contener el derrame de sus propios males internos. Porque mientras en Perú deciden si ratifican la etiqueta de “non grata”, aquí la etiqueta que urge despegar es la del crimen incrustado en las propias instituciones.