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Gerardo Ledezma

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Nueva Ley General de Aguas: cuando regular el agua deja de ser opcional

En México, el agua ha sido tradicionalmente un recurso disputado, y no siempre con criterios de equidad o sostenibilidad. La presentación de la nueva Ley General de Aguas y sus reformas a la Ley de Aguas Nacionales marca un intento de poner orden en el manejo de este bien esencial, para que deje de ser un beneficio exclusivo de unos cuantos con conexiones y privilegios.

En un país donde algunas empresas parecen tener llave maestra de los acuíferos, mientras comunidades enteras se quedan esperando el recurso, la nueva legislación llega para poner reglas claras: regular el uso, conservar los cuerpos de agua y, de paso, castigar a quienes jueguen con permisos y concesiones como si fueran fichas de Monopoly.

La Ley General de Aguas establece un catálogo de delitos hídricos que se perseguirán de oficio. Quien traslade aguas nacionales con fines de lucro sin autorización, altere o desvíe cauces o ponga en riesgo vidas o ecosistemas, podrá enfrentar entre dos y diez años de prisión. Y para los servidores públicos que otorguen concesiones a cambio de algún beneficio económico para ellos o sus familiares, las penas pueden alcanzar hasta doce años, acompañadas de multas que no se pueden ignorar.

También se penaliza a quienes manipulen mediciones de consumo para simular menos uso y obtener ganancias. Se fortalecen los mecanismos para detectar irregularidades, mientras la Comisión Nacional del Agua adquiere mayores atribuciones para vigilar y sancionar a los que piensen que jugar con el agua es un deporte.

Además de establecer regulaciones más estrictas sobre concesiones y definir conceptos como la Responsabilidad Hídrica, la Ley busca garantizar que el agua deje de ser un lujo manejado a discreción y se convierta en un derecho real para la población. Porque si en el pasado algunas compañías podían “prestar” agua como si fueran Santa Claus, hoy ya no habrá lugar para esos caprichos.

Con esta legislación, México da un paso importante hacia una gestión hídrica más responsable y menos indulgente con los favoritos del sistema, recordándonos que el agua es de todos y, por fin, alguien parece tomarlo en serio.