PAN da un giro radical: adiós a las alianzas, pero en Nuevo León la historia es otra
El anuncio del PAN nacional de romper con las alianzas partidistas y regresar a sus orígenes ideológicos sacudió el tablero político. Después de 26 años de pactos con la izquierda, el centro y hasta con su viejo adversario, el PRI, el partido blanquiazul decidió “volver a ser su propia opción democrática”. La decisión parece marcar un punto de inflexión… pero no en todos los estados.
En Nuevo León, la reacción fue inmediata. El dirigente estatal, Policarpo Flores, aseguró que la alianza con el PRI no solo sigue viva, sino que podría ampliarse. Argumenta que, más allá de los lineamientos del Comité Ejecutivo Nacional, la prioridad local es mantener un frente político sólido que impida el avance de Morena. “Respetamos los lineamientos de nuestro Comité Ejecutivo Nacional, su visión presente y a futuro, pero al menos aquí en Nuevo León la alianza que tenemos actualmente con el PRI se mantiene fuerte y firme porque es un proyecto en el que hemos venido trabajando desde hace tiempo”, afirmó.
Y es que la historia reciente lo confirma: el PAN y el PRI en Nuevo León han sabido compartir poder, cargos y estrategias. La alianza que llevó a Adrián de la Garza a la alcaldía de Monterrey fue prueba de ello. Lo mismo ha ocurrido en el Congreso local, donde la coincidencia entre ambas bancadas ha sido constante. Por eso, el “golpe de timón” que ordena el Comité Nacional parece, al menos por ahora, un gesto simbólico que no logra aterrizar en suelo regiomontano.
Policarpo Flores fue más lejos al advertir que la meta en el estado no es romper la coalición, sino fortalecerla para frenar lo que calificó como la “narco política” del partido oficial. Un mensaje duro, directo y que deja claro que el PAN de Nuevo León no está dispuesto a jugar a la pureza ideológica cuando siente amenazada su base de poder.
Así, mientras el panismo nacional busca reinventarse en nombre de la autonomía, en Nuevo León el pragmatismo se impone como brújula. Aquí, la política se mide en votos, no en discursos. Y aunque desde el centro se hable de renovación y de principios, en el norte la realidad es otra: las alianzas siguen vivas, los intereses permanecen y el PAN —más que transformarse— parece decidido a sobrevivir, aunque sea de la mano de su viejo rival.
El tiempo dirá si esta dualidad fortalece o fractura al partido. Por ahora, el panismo nacional camina hacia un futuro incierto, mientras en Nuevo León el pasado sigue marcando el paso.