El reciente episodio en el que un hombre, visiblemente ebrio, tocó indebidamente a la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, en pleno acto público, no solo exhibe la falta de respeto hacia la figura presidencial, sino que retrata la normalización del acoso que padecen las mujeres en el país. No importó que estuviera rodeada de cámaras, seguridad o ciudadanos; la agresión ocurrió a plena luz del día, frente a todos.
El hombre se acercó por la espalda y la manoseó mientras ella convivía con simpatizantes tras la Reunión Nacional de Universidades e Instituciones Públicas de Educación Superior, realizada en Palacio Nacional. La escena fue breve, pero suficiente para evidenciar la fragilidad de los protocolos de seguridad y, sobre todo, la profunda descomposición social que tolera este tipo de conductas.
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Sheinbaum reaccionó con serenidad, evitando el escándalo y manteniendo distancia ante un nuevo intento del sujeto por abrazarla. Una persona de su equipo intervino para apartarlo. La presidenta, sin perder la compostura, continuó saludando a la gente, como si su gesto quisiera restar importancia al incidente, o quizá como reflejo de la resignación con la que muchas mujeres enfrentan estas agresiones: continuar, aunque duela.
Las redes sociales se incendiaron de inmediato. Muchos exigieron sanción contra el agresor, conscientes de que este acto no es un hecho aislado, sino una muestra más del acoso cotidiano que viven miles de mexicanas. Otros, en cambio, optaron por burlarse o minimizar lo ocurrido, dejando claro que el problema no está solo en las calles, sino también en la conciencia colectiva.
El silencio oficial que siguió al hecho deja un sabor amargo. Ni la Secretaría de Seguridad ni la propia presidenta se han pronunciado. Pero el mensaje ya está dado: si incluso a la máxima figura del país la pueden tocar sin consecuencia, ¿qué puede esperar cualquier mujer común que denuncia un abuso?
México sigue debiendo justicia y respeto a sus mujeres, y lo ocurrido con Claudia Sheinbaum es una herida más en esa deuda interminable.
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Foto: screenschot
